Con otra óptiCa Siguatepeque tira línea
Cierta interesante tendencia cultural luce como que viene en reemplazo de aquella graciosa condición térmica ya que la comunidad se está convirtiendo en la sede número uno de diseño urbano, la ornamentación de interiores y la cultura popular. En efecto, uno de sus más entusiastas y rústicos promotores (rústico por trabajar a desnuda mano, sin los mínimos recursos propios), Walter Ulloa, ha logrado aglutinar a personas, empresas y municipalidad (con alcalde progresista) para varias iniciativas de proyección intelectual, tales como el simposio acerca de Rubén Darío y ahora sobre este y Juan Ramón Molina, al que asisten pensantes personalidades centroamericanas; el taller de escultura, que dejó a la urbe bellas estatuas, la develación de bustos de próceres y poetas en parques minimalistas, agregado a la agitación diaria en torno a temas de patria, soberanía e identidad que a su vez refuerzan poetas locales, el ballet estudio Danzarte, de la reconocida maestra Sara Buck, jóvenes, músicos, escultores locales y sus radioemisoras (igual que en Comayagua) de equilibrada programación, superiores a las mediocres y reguetoneras costeñas, pues son las únicas que aún transmiten música instrumental.
Pero adicionalmente surgen en el entorno llamativas e impresionantes producciones de arte gráfico, particularmente murales vastos, entre los que mucho impresionan los de la cafetería Juan Cruz, en la gasolinera misma de la boca de ingreso al pueblo; las pinturas andinas de comedor Suyapa y las modernistas de Twins Café, de abastecedora Del Corral y las cafeterías Hope, Lala y Siguacoffee, cuyas paredes obligan, gratamente, a abrir y regalar los ojos.
Siguatepeque, fundada en 1689, cuna de maestros ilustres como Aníbal Delgado Fiallos y Luis Alberto Baires, y cuya población presente asciende a unos cien mil habitantes distribuidos en 51 barrios y colonias situados a 1040 msnm, no es sólo ya fábrica folclórica de alcitrones (vocablo que ha de venir de le citron, limón en lengua francesa, y que indica “fruta preparada con pulpa cítrica, al alcitrón”, y de allí que en París limonada se diga citronnade) sino adicional y con relevancia una obvia búsqueda y encuentro de la personalidad colectiva, de qué somos quienes habitamos aquí y cómo nos integramos al pasado y al mundo, pero, sobre todo, de cómo superamos la pobreza y angustias que nos provee abundantemente la clase política miserable que desgobierna y a la que devenimos obligados a erradicar. La frase clave es aquella que dice que para cambiar debe conocerse antes lo que cambia.
Y eso hacen, discretos, los de Siguatepeque, a quienes nadie oye alardear ni pregonar sus cambios, que van haciendo desde dentro, de la experiencia estética de la población, a la que paulatinamente educan en sus mejores artes y conciencias.
Los siguatepecos (uno de sus tantos gentilicios) bien que le entienden al moderno trámite, tiran línea social
Tras ascender desde Comayagua se entraba al ‘cerro de la vieja’ (tepetl y sigua, en náhuatl), que en realidad es meseta, y allí sí que era polo norte”.
“Y eso hacen, discretos, los de Siguatepeque, a quienes nadie oye alardear ni pregonar sus cambios, que van haciendo desde dentro”.