Diario El Heraldo

País soñado Una sociedad rota, pero ¿qué se rompió?

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generacion­es y que está mal visto incumplirl­as. Aunque se trata de una presión externa, nos condiciona nuestro comportami­ento desde el inconscien­te. La moral la enseñan los padres, después los maestros, algunos las reciben de los sacerdotes, de los amigos y hasta sale en los anuncios. Todos juzgan, abominan y creen que es malo robar, mentir, traicionar y matar... pero no todos lo respetan, claro está.

Como suena complicado hacer estas distincion­es y remitirnos a cada rato a la ética y a la moral, o preferimos dejarlo para filósofos, sociólogos y psicólogos, o los que se ocupen de los vicios de la sociedad, se ha resumido en eso que llaman valores ciudadanos, una lista de normas de conducta que a lo mejor permitiría que el vecino no elevara demasiado el volumen del equipo de sonido, que los conductore­s en las calles tuvieran la cortesía de ceder el paso, que la gente pidiera permiso y contestara el buenos días, que alguien recibiera ayuda si se cae en la acera, que soportaran que otro piense distinto y que, por fin, los hondureños llegaran puntuales a las citas.

Si pone “valores ciudadanos” en Google le aparecen 245 mil entradas, pero no es para tanto, en realidad podrían ser solo diez: responsabi­lidad, respeto, honestidad, cooperació­n, solidarida­d, lealtad, tolerancia, justicia, compromiso y puntualida­d. Si todos asumiéramo­s esto como eso que conocemos como filosofía de vida, a lo mejor tendríamos un país en mejores condicione­s y juntos podríamos enfrentar los otros desafíos: desigualda­d, pobreza, exclusión, injusticia, corrupción, impunidad, infelicida­d... Cantaríamo­s con Pablo Milanés: “La vida no vale nada cuando otros se están matando / y yo sigo aquí cantando / cual si no pasara nada”

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