InvItado Dictadura cariista: corrupción y narcotráfico
y muy generoso con sus partidarios; pero terco y cruel como un animal salvaje con sus enemigos políticos. Ideológicamente Carías no era una criatura inocente y, aunque gobernó con la venia y respaldo del gobierno de los Estados Unidos, admiraba mucho a Mussolini de la Italia fascista y a Adolf Hitler de la Alemania nazi.
A través de las revueltas civiles o montoneras que ensangrentaron al país a finales del siglo XIX y principios del XX, Carías interiorizó una suerte de conciencia autoritaria concomitante con la admiración nazi fascista que tuvo y que fue su patrón de gobierno, en donde la democracia fue pulverizada y usada como talco doméstico para la manipulación autori- taria de la República.
Con Carías se creó el mito de que “la gente podía dormir con las puertas abiertas y no pasaba nada porque no había ladrones ya que él acabó con todos”. Puros cuentos porque para la dictadura, la oposición liberal era de donde provenían todos los delincuentes y había que aniquilarlos, incluso asesinarlos, tal como sucedió a lo largo de toda su dictadura. Además, sus chupatintas nos hicieron tragar la falacia de que el propio Carías era un varón con una honradez a prueba de balas. Sobre el particular, el “filoso ratón de biblioteca” Emilio Fonseca nos dice: ¡Alto allí! Y nos muestra fragmentos del libro “Probidad y ética en las políticas públicas: el caso de Honduras”, que escribió en 2006 María de los A. Chaverri y Vicente Z. Pavón bajo la responsabilidad de Foprideh, en donde se puede ver de cerca la corrupción bien articulada, incluyendo, aunque Ud. no lo crea, los nexos con el narcotráfico en la dictadura cariista. En la segunda guerra mundial, los alemanes en nuestro país cayeron en desgracia. En 1941 Carías, vía decreto y con el apoyo de sus comandantes de armas, descarados arpías de la corrupción y perros de garra del régimen, procedieron a despojar -entiéndase, robar con descaro- los bienes o negocios a ciudadanos germanos, como los Siercke o la familia Rossner, cuyos negocios y pertenencias fueron a parar, utilizando el espurio decreto de Carías, a manos de inescrupulosos cariistas. Y con respecto al narcotráfico, tema de viejo y nuevo cuño, el libro nos relata cómo el propio Ca- rías “autorizaba embarques de drogas en los vuelos de TACA hacia Nueva Orleáns” en donde el crimen organizado (pág. 124) recibía sobrados empaques de cocaína y morfina. Así lo investigó la Oficina de Narcóticos de los Estados Unidos de la época la que detalló, que “solo en 1930, el mercado hondureño de drogas floreció bajo el liderazgo del presidente Carías, las propias compañías fruteras y personajes de alto vuelo de la dictadura. Si Ud. quiere pesquisar más, váyase al sitio https//foprideh. org/libros/ para que se dé cuenta. ¡Y ponga atención! Si hubiese acontecimientos parecidos en la Hibueras empobrecida de hoy, sepa nomás, ¡oyó!, que es pura y “merita” coincidencia
Era un acérrimo defensor de las buenas costumbres y muy generoso con sus partidarios, pero terco y cruel como un animal salvaje con sus enemigos políticos”.