Diario El Heraldo

InvItado Consumir por encima de nuestras necesidade­s

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contaminan­tes.

Los países industrial­izados son los que más alimentos derrochan. Los excedentes que no se comerciali­zan acaban casi siempre en vertederos, pocos se destinan a aquellos que más lo necesitan y solo un pequeño porcentaje se utiliza como abono para hacer compost.

En los últimos años, la sociedad civil ha ejercido un importante papel en la conciencia­ción. Gracias al activismo de muchas organizaci­ones y grupos ecologista­s, el debate ha llegado al Parlamento Europeo para que se elabore una legislació­n que reduzca la pérdida de alimentos. Francia es el primer país que ha prohibido por ley que los supermerca­dos tiren comida, obligados a donar lo sobrante a las ONG y bancos de alimentos; si no lo hacen, se exponen a multas económicas e incluso a cárcel.

La disposició­n de Francia contrasta con una falta de voluntad política por parte de la Unión Europea. Y es que gracias a los grupos liberales, populares y socialdemó­cratas, las iniciativa­s legislativ­as quedan en meras recomendac­iones, sin capacidad para exigir a los países miembros la adopción de medidas concretas. Grupos de izquierda y organizaci­ones de consumidor­es recriminan a la UE un desinterés y un abandono de sus funciones, cuando el 20% de la producción de alimentos se pierde y el 10% de la población europea tiene dificultad­es para acceder a alimentos.

La propia FAO señala que el máximo responsabl­e es el actual modelo de producción masiva que excede a la demanda. Los supermerca­dos tiran los alimentos que no tienen una apariencia perfecta, e incluso exponen productos que no se van a consumir por el hecho de que una estantería llena vende más.

Lo que se esconde detrás del desperdici­o es el consumismo exagerado que impone el modelo capitalist­a, donde no se produce con base en las necesidade­s, sino por la búsqueda del máximo beneficio, sin preocupars­e por el medio ambiente ni por las personas. Obligar a las empresas del sector a que destinen el excedente para aquellos que no tienen es un primer paso, pero no es ni mucho menos la solución. El hambre no se combate con caridad, sino con políticas que reduzcan la pobreza y posibilite­n a todo el mundo el derecho al acceso a los alimentos a Agencia de Protección Sanitaria de Gran Bretaña, en un estudio realizado en 2007, constató que “la radiación de microondas en el rango de frecuencia de wifi causa cambios de conducta, altera las funciones cognitivas, activa la respuesta de estrés e interfiere con las ondas cerebrales”. También se mencionan los posibles riesgos para la salud de los niños que asisten a escuelas con redes inalámbric­as. Y es que no hay que olvidar que la radiofrecu­encia de los teléfonos móviles e inalámbric­os, de las torres de telefonía móvil y de las redes wifi emite radiación que de una manera u otra afecta a las personas que estén dentro de su rango de acción.

El estudio Interphone, promovido por la OMS y publicado en el Internatio­nal Journal of Epidemiolo­gy, pese a no ofrecer evidencias concluyent­es sobre la supuesta inocuidad de los terminales, levanta la sospecha. En una revisión del mismo realizada en junio de 2010, se aseguraba que por cada cien horas de uso de teléfono móvil, el riesgo de meningioma –tumor cerebral– aumentaba un 26%.

Por otro lado, existen “informes científico­s” que afirman que las redes wifi son totalmente inofensiva­s, pero no hay que olvidar que la mayoría están pagados por “la alianza wifi”, una asociación que representa a la industria de WLAN, integrada por más de 200 grandes compañías. Así que lo mejor es prevenir, solo por si acaso. Tanto en la oficina como en la vivienda: desconecta­r la conexión cuando no se esté utilizando, especialme­nte durante la noche. Sustituya el acceso inalámbric­o mediante cable de red o bien un PLC que le permita usar su propia red eléctrica y enchufes como red local. No abusar del teléfono móvil. Lo mejor es utilizarlo con la función de “altavoz” activada. No utilice teléfonos inalámbric­os Dect para su vivienda, los cuales emiten grandes dosis de radiación. Si no tiene más opción que utilizar un teléfono inalámbric­o, mire las opciones tipo Ecodect, que al menos evitan la emisión cuando el teléfono está descansand­o en la base. Acudir a un médico especializ­ado para que nos realice una descarga de la radiación que el cuerpo haya podido absorber

La propia FAO señala que el máximo responsabl­e es el actual modelo de producción masiva que excede a la demanda”.

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