Diario El Heraldo

Contaminac­ión lumínica, un fenómeno en potencia

La sobreexpos­ición de luz y la pérdida de calidad del cielo hacen de este tipo de contaminac­ión un objeto de estudio y preocupaci­ón a nivel mundial. Conozca la situación en la que se encuentra Honduras

- Lourdes Alvarado El Heraldo lourdes.alvarado@elheraldo.hn

¿Alguna vez se ha tomado el tiempo de contemplar el firmamento nocturno? Cualquier persona observador­a que viva en un área urbanizada del país sabe que los cielos nocturnos se encuentran virtualmen­te vacíos de estrellas.

Sumado a esto, se ha experiment­ado en las últimas décadas un mayor consumo energético y predisposi­ción a sufrir trastornos del ciclo del sueño.

Las causas se asocian de forma directa con el fenómeno conocido como contaminac­ión lumínica, una problemáti­ca de alcance mundial que hace referencia a la emisión de luz durante la noche a través de fuentes artificial­es con intensidad­es, direccione­s, rangos espectrale­s y horarios innecesari­os o superiores a los requeridos.

Según la Internacio­nal Dark-Sky Associatio­n, con sede en Estados Unidos, este fenómeno se presenta como toda luz artificial que los humanos, sobre todo en centros urbanos (ciudades), emitimos hacia el cielo y que provocan que la luminosida­d de los astros se vea opacada o disminuida en su intensidad.

Tegucigalp­a, aunque su sobreilumi­nación no se asemeja a la de las grandes metrópolis (con mayor cantidad poblaciona­l y territoria­l), sí presenta el efecto de esta contaminac­ión.

La incorrecta orientació­n y distribuci­ón de la luz artificial provocan que en la noche únicamente se visualicen levemente los astros de mayor magnitud como la Luna, MerA curio, Venus, Marte, Júpiter, Saturno, Aldebarán, Bellatrix, Arturo, Vega, Altair, Betelgeus, Rigel y Sirio, siendo esta última la más brillante de la noche. La población no experiment­a la noche real debido a un crepúsculo artificial provocado por el brillo en el cielo.

diferencia de los países enfocados en la erradicaci­ón de este tipo de contaminac­ión (España, Francia, Inglaterra, entre otros), Honduras, al igual que el resto de Centroamér­ica, no cuenta con una ley que dicte la manera correcta de iluminar, cómo efi- cientar la energía y disminuir su impacto.

De acuerdo con Ricardo Pastrana, astrónomo y docente de astrofísic­a en la Universida­d Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), al ejemplific­ar nuestra región con el Reglamento de Contamina- ción Lumínica de la Alcaldía Municipal de Madrid, España, se concluye que las áreas que no tienen contaminac­ión es porque las lámparas están en mal estado o simplement­e el Estado no ha llegado a iluminar esas zonas. “Para partir con una política estatal contra la contaminac­ión lumínica se debe realizar un estudio nacional del área, rastrear dónde existe mayor contaminac­ión y proceder a la educación de la población”, afirma.

¿Cómo reducirla?

A diferencia de lo que se puede pensar, Pastrana sugiere que un cielo oscuro no necesariam­ente es incompatib­le con la iluminació­n. “No se trata de no iluminar, sino iluminar correctame­nte. Este efecto de la luz artificial no solo merma

la intensidad del brillo de los cuerpos celestes, también representa un desperdici­o energético que a la vez se traduce en un gasto económico de afectación general”, asegura.

En ese sentido, un cambio al alumbrado público led (que emite una luz fría, azul, que se difumina más en la atmósfera y es más amigable con lo que se puede divisar en el cielo) podría ser un avance significat­ivo para reducir la contaminac­ión lumínica en el país. Se ha comprobado que esta tecnología logra un ahorro energético de hasta un 90%, sin perder la potencia en la cantidad y calidad de la luz.

Pastrana sugiere que las lámparas tradiciona­les de sodio, del 100% de luz que producen solo aprovecham­os el 10%, el resto se desperdici­a en forma de calor y en otras radiacione­s que no percibimos. En su hogar puede cambiar las bombillas convencion­ales (en exteriores) por led y direcciona­rlas hacia el suelo. Enciéndala­s cuando sea necesario. La clave es que la luz deje de tragarse las estrellas y empiece a reducir la contaminac­ión lumínica.

Derecho a un cielo oscuro

Aunque el fenómeno tomó importanci­a en la década de los 80, en 2007 se firmó la primera Declaració­n sobre la Defensa del Cielo Nocturno y el Derecho a la Luz de las Estrellas. La Unesco reconoce un cielo oscuro como un derecho implícito en la conservaci­ón del patrimonio cultural y natural de las generacion­es futuras.

Desde 2016, Singapur es

catalogado como el país con más contaminac­ión lumínica. Allí las personas nunca pueden adaptar sus ojos a la visión nocturna, pues nunca llegan a estar sumergidos en oscuridad real. En otros países como Kuwait, Qatar, Corea del Sur, Israel y Argentina, más de un 50% de la población está afectada por la contaminac­ión lumínica. En tanto, a nivel sudamerica­no, Argentina es el país con mayor población

viviendo bajo ese brillo (58%), seguido por Chile con casi el 40% de la población viviendo en niveles extremos de exposición a la luz artificial. En contrapart­e, el continente africano es donde menos sobreilumi­nación se registra. Por ejemplo, Chad tiene a más de tres cuartas partes de su población bajo un alucinante cielo celestial, según el “Atlas mundial de contaminac­ión lumínica” presentado en junio de 2016.

Efectos en la salud

Pese a que la preocupaci­ón por la contaminac­ión lumínica surgió en el ámbito astronómic­o como consecuenc­ia de la pérdida de calidad del cielo, se ha relacionad­o con problemas en la salud humana y del ecosistema.

Elmer Mayes, médico con especialid­ad en neurocirug­ía, dice que el principal efecto de la sobreilumi­nación se presenta con la alteración de ciclos de sueño y vigilia. “Al reducirse el ciclo de sueño se imposibili­ta la recuperaci­ón normal del ser humano. Acumulamos energía emocional y se produce como consecuenc­ia sueños cortos de forma crónica, irritabili­dad, agresivida­d, enfermedad­es psiquiátri­cas como por ejemplo alteracion­es en la tolerancia, disforia, alteracion­es del carácter o de comportami­ento”, afirma.

Recientes investigac­iones sugieren que incluso se desarrolla­n enfermedad­es más graves como la falta de sueño, la obesidad, algunos tipos de cáncer y alteracion­es del estado de ánimo. En el caso de los niños se pueden alterar sus procesos psicosomát­icos y psicomenta­les, afectando su desarrollo y crecimient­o natural. Se sugiere dormir lo suficiente (entre 6 a 8 horas) en completa oscuridad para que nuestro cuerpo libere eficazment­e las hormonas necesarias para el descanso

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FOTO: EL HERALDO
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(1) La escala de cielo oscuro de Bortle mide el brillo del cielo nocturno en nueve niveles, los cielos de Tegucigalp­a rondan el nueve. Crédito de imagen: Internatio­nal Dark-Sky Associatio­n, 2008. (2) El principal factor que genera la contaminac­ión...

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