País soñado ¿Y la cultura? Bien, gracias
costos los pagamos carísimos.
La violencia tiene que ver con la cultura; la corrupción tiene que ver con la cultura; la impunidad tiene que ver con la cultura; la pobreza tiene que ver con la cultura; la desigualdad, la desesperanza, la injusticia, el desempleo, la infelicidad, todo tiene que ver con la cultura. Un pueblo culto no vive en la barbarie ni permite que lo machaquen; una clase política culta no machaca a su pueblo.
¿De qué hablamos cuando hablamos de cultura? Bueno, hay dos acepciones esenciales: una que se refiere al conjunto de tradiciones, costumbres, mitos, que tiene cada pueblo, es decir, esa la tenemos todos; y la otra definición se refiere a la creación humana desde sus pensamientos y sentimientos, como la poesía, la música, el teatro, la narrativa, el cine, la danza, la arquitectura, y se puede ampliar a más áreas del conocimiento.
Aquí es donde tropezamos: el poco hábito por la lectura, el desinterés por el conocimiento, el desdén por las artes, nos dejan una sociedad con muchas limitaciones de pensamientos y sentimientos; es sabido que el aprecio artístico desarrolla la sensibilidad, estimula la comprensión, fortalece la solidaridad, consolida la autoestima, ayuda a darle sentido a la existencia humana.
A lo mejor lo sabía Carlomagno, rey de los francos, que en el año 781 formó una corte de sabios para llevar la cultura a todo su imperio; reglamentaron el latín para facilitar la escritura y la lectura, abrieron una red de escuelas, formaron maestros, fundaron bibliotecas. Más tarde, en 1404, el emperador chino Zhu Di quiso convertir su nueva capital, Pekín, en la ciudad más grande y esplendorosa del mundo; entre otras cosas, contrató a más de dos mil eruditos para elaborar una enciclopedia con todo lo conocido hasta entonces, y el resultado dejó cuatro mil impresionantes volúmenes. Europa ni soñaba algo así, faltaba medio siglo para que Gutenberg imprimiera la primera Biblia.
También respaldó la cultura Pedro el Grande, que convirtió a Rusia en una potencia hacia 1700. Siglos después, la revolución mexicana trajo consigo una transformación cultural: multiplicó las escuelas y apoyó todas las expresiones artísticas para afianzar la identidad nacional. Y qué decir de Ataturk, padre de la Turquía moderna, que a principios del siglo XX declaró que la cultura era la base de su país, tanto la creación nacional como la civilización mundial.
Los políticos no entienden, no pueden entenderlo, porque irónicamente no tienen el bagaje cultural; pero la industria de la cultura también genera el 7% del Producto Interno Bruto (PIB) mundial, sin convertirla en instrumento de progreso económico, sino el objetivo de todo desarrollo.
En fin, necesitamos un verdadero Ministerio de Cultura -que no solo emplee activistas-, más libros, teatros, museos, conservatorios; una colosal política pública cultural que recupere a nuestra nación
Ningún plan de gobierno incluye un programa intenso, invasivo, de desarrollo cultural que sacuda la pereza intelectual en que se sumergió nuestro país”.