Afganistán: callejón sin salida
Desde el 2001, en respuesta a los ataques terroristas del 11 de septiembre, el presidente Bush ordenó la invasión de esa nación asiática, contando con el respaldo material de la OTAN, provocando el cambio de régimen al colapsar el Talibán, reemplazado por gobiernos prooccidentales. El propósito manifiesto de la ocupación, que lleva 16 años, es la democratización y modernización de ese país que ocupa una ubicación estratégica como ruta de acceso a la India y que es uno de los más pobres del mundo, prevaleciendo el tribalismo antes que el Estado-nación. El Talibán gradualmente se ha ido reagrupando y ha pasado a la ofensiva, predominando en las áreas rurales y capturando algunos centros urbanos, perpetrando actos terroristas incluso en la capital, Kabul, declarando que su propósito es no solo recuperar el poder sino, además, expulsar a las tropas extranjeras que alcanzan los 13,500 soldados. El presidente Trump ha prometido incrementar el número de tropas, comprometiéndose a la derrota del Talibán, algo que cada vez se ve más improbable al inclinarse la balanza a favor de los rebeldes. Y es que el régimen afgano se ve debilitado por la profunda corrupción interna y las disputas entre autoridades castrenses y civiles. Las naciones aledañas: Pakistán, India, China, Irán y Rusia, compiten por asegurar grados de influencia sobre Afganistán, hoy el principal exportador mundial de opio. Si una victoria militar estadounidense se ve cada vez más inalcanzable, tal como en su momento ocurrió con Gran Bretaña y la Unión Soviética en los siglos XIX y XX, cuando ocuparon Afganistán, lo sensato es lograr acercar a los bandos en disputa alrededor de la mesa negociadora, algo que ya se ha tratado, sin éxito, siendo el más reciente intento el de 2015. Pese a ello, debe priorizarse la diplomacia por sobre la opción bélica a fin de alcanzar, eventualmente, la tan deseada paz que permita la gradual, pero sostenida, reconstrucción de esta nación, históricamente sumida entre el feudalismo y la modernidad, entre la barbarie y el progreso, entre el fanatismo religioso y el antagonismo étnico