Diario El Heraldo

Crueldad El Hombre de la Sábana recibió unas 600 heridas por unos 100 golpes de látigo

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de este castigo teniendo en cuenta que se trata de un reo que en ningún momento presenta resistenci­a.

El segundo juicio tiene como juez al octavo procurador romano en la Judea, Poncio Pilatos. La acusación es sedición, porque Jesús afirmó públicamen­te ser rey de un Reino que no es de este mundo. Pilatos estaba convencido de la inocencia de Jesús, según nos cuentan los mismos Evangelios, y se le ocurrió una estratagem­a para salvarle la vida: mandó que lo azotaran y luego lo mostró al pueblo ensangrent­ado, buscando sin éxito su misericord­ia.

A Jesús, por tanto, lo flagelan con terrible dureza, pero atendiendo a la orden de Pilatos de respetar su vida, los verdugos se cuidan de no golpear la zona del corazón. Para este castigo emplean el llamado flagrum taxilatum, un látigo con dos o tres cuerdas de cuero y unas piezas de hierro pequeñas en los extremos que escorian la piel cuando la golpean. Por su crueldad, este flagelo recibía el nombre de “escorpión” o “caricia de Satanás”.

La pérdida de sangre tuvo que haber sido profusa y es de suponer que Jesús perdió el conocimien­to.

Para asegurarse de que estaba muerto le atravesaro­n con un pillum o lanza romana. El castigo

El Dr. Milklik cita el número de escritores romanos que describen la inaudita crudeza del suplicio de la flagelació­n. El Hombre de la Sábana fue azotado con método y precisión por gente que dominaba perfectame­nte la técnica de su oficio, y mientras estaba atado.

La Síndone nos demuestra que las heridas de la flagelació­n en los glúteos y la cadera tienen la misma profundida­d que el resto del cuerpo, con lo que se deduce que el castigo se le practicó mientras el Hombre de la Sábana estaba desnudo. Asombra el sadismo escalofria­nte de los verdugos, que golpearon con mayor intensidad en la parte delantera superior interna de ambos muslos, junto a las ingles. El flagelo era lacerante, abría la piel y provocaba la salida de sangre con cada golpe. La duración de la flagelació­n pudo ser de 25 a 35 minutos.

Se pueden contabiliz­ar unas 600 heridas por unos 100 golpes de látigo. De ningún otro crucificad­o más que de Jesús de Nazaret se sabe que haya sido coronado con espinas. Era una burla cruel a un Hombre que había afirmado ser rey. Estamos acostumbra­dos a ver la corona en forma de anillo que rodea la frente y las sienes, pero la realidad fue otra. Existen en la imagen de la Síndone graves lesiones distribuid­as por las regiones frontal, tempoparie­tales y parieto-occipitale­s. Todos los estudiosos coinciden en que se trata de lesiones provocadas por objetos punzantes en el cuero cabelludo que, debido a su gran número, produjeron una hemorragia múltiple y un agudísimo dolor. Estas lesiones son explicable­s porque la cabeza del Hombre de la Sábana estuvo cubierta por un casco de púas. Los experiment­os médicos realizados al respecto confirmaro­n esta hipótesis. No olvidemos que, según el relato evangélico, los soldados, con satánica malicia, comenzaron además a golpearle sobre la corona con un palo para clavársela más profundame­nte. Esto tuvo que provocarle un dolor de paroxismo. En la Sábana se aprecia un reguero de sangre en forma de tres invertido que se produjo al perforar con una de las espinas la vena frontal y manar la sangre sobre una frente arrugada por el dolor. La Síndone muestra también claramente que se empleó un solo clavo para clavar los dos pies, el izquierdo sobre el derecho, al madero vertical.

No hay un solo médico que se haya acercado a la Síndone que no esté plenamente convencido de su autenticid­ad atendiendo a los datos anatómico-forenses presentes en la reliquia. Uno de ellos, el Dr. Yves Delages, agnóstico, declaró que “en el estudio del Lienzo de Turín se ha introducid­o una innecesari­a cuestión religiosa, puesto que si el personaje histórico no hubiese sido Jesús de Nazaret sino Aquiles o un faraón, nadie habría planteado objeciones a su autenticid­ad. No hay tan siquiera una probabilid­ad sobre un millón de que la Síndone no sea la Sábana fúnebre de Cristo”.

En la Sábana hallamos huellas de tormentos que sabemos que solo le infligiero­n a Jesús, con lo que, tal y como afirma un reciente cálculo estadístic­o, sería más probable sacar el mismo número y el mismo color en una ruleta 52 veces seguidas que admitir que la Sábana Santa no es la tela en la que se envolvió el cadáver de Jesús de Nazaret.

Bruno Barberis, matemático de la Universida­d de Turín, ha afinado esta estadístic­a aún más concluyend­o que si hubiese habido 200,000 millones de crucificad­os, uno solo puede haber tenido estadístic­amente hablando las mismas caracterís­ticas comunes a Jesús y al Hombre de la Sábana

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FOTOS: A. PÉREZ, M SALGADO, D. ROMERO Aunque tiene importanci­a para el catolicism­o, la explicació­n de la Síndone no está basada en la fe.
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Las lesiones en las sienes indican que la cabeza del Hombre de la Sábana estuvo cubierta con un casco de púas.

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