Diario El Heraldo

“Mi esposa e hijos, de rodillas, me pedían que huyéramos”

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Un papel nada extraño a simple vista, sin remitente y que no indicaba a quién iba dirigido, llegó a manos de un empresario de la capital. Acostumbra­do a recibir miles de papeles cada día debido a que administra­ba un negocio de varios socios, decidió abrir la misiva sin imaginar que era su sentencia de muerte. La hoja de papel blanco había sido marcada con unas frases mal escritas, pero eso no le restaba seriedad a su contenido, pues se le exigía el pago de un millón de lempiras a cambio de su vida y la de su familia. “En la nota se detallaba cada uno de mis movimiento­s del día y los nombres de mis hijos y esposa, hasta la hora en que salía y regresaba de la casa”. Ese momento ha sido uno de los más difíciles de su vida, ya que las llamadas amenazante­s y los mensajes se volvieron una rutina capaz de llesurgían “Me seguían a todos lados, hasta vigilaban mi centro de trabajo, fue una persecució­n constante, yo estaba angustiado hasta que Dios nos libró”. Capitalino Víctima

var al borde de la locura a cualquier ser humano. “Los teléfonos de mi casa, trabajo, de mis hijos y esposa permanecía­n intervenid­os por los delincuent­es, pero decidí no responderl­es”. Al no contestar las llamadas, cada vez que la víctima salía en su vehículo era perseguido por personas en motociclet­as que le lanzaban escritos con amenazas.

Luego las notas eran dejadas en la casa de uno de sus familiares. “Yo vivía en zozobra, mi esposa y mis hijos, de rodillas, me pedían que vendiéramo­s todo para irnos para otro lugar, que huyéramos, pero no teníamos adonde ir, por

lo que no quedó más que enfrentar la situación”. Unos dos meses transcurri­eron entre aquella ola de amenazas hasta que una tarde le tocó enfrentars­e a la muerte. Estaba por oscurecer, salía de su centro de trabajo en compañía de su familia y un grupo de amigos. Iban rumbo a su casa, pero unas dos cuadras adelante los intercepta­ron los malvivient­es. Eran sicarios que tenían una sola misión: acabar con su vida.

De un momento a otro comenzó un cruce de balas, pues unos amigos que los acompañaba­n en otros vehículos repelieron el ataque y se hirió a uno de los sicarios y el otro se dio a la fuga, se supo después que era un policía activo.

“Gracias a Dios superamos la prueba, pusimos todo en la mano de Dios”. “En nuestro caso hubo un policía activo involucrad­o, pero ahora hemos recuperada parte de la paz que perdimos en aquel momento”.

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Para el empresario narrar lo que vivió no es fácil, pero quiso compartir su testimonio porque aseguró que Dios lo libró del mal.
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