Diario El Heraldo

Con otra óptiCa Persistenc­ia del dinosaurio

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ideológico: de la misión al fin, pero arrancando el siglo XX fue al revés, ahora se trataba del caudillo o líder que manipulaba la idea, con lo que desapareci­eron el humanismo, la filosofía y la programaci­ón política. Tras décadas el partido se pervirtió y para para no ser destruido se prostituyó.

El nacionalis­ta consideró que para preservar el poder se obligaba a aliarse con una bananera (la UFCo.), en tanto que el Liberal lo hacía con la Cuyamel FCo., y de allí la amarga cadena de decepción que los minó. Al fin, siendo similares sus búsquedas de dominio y privilegio, el malvado afán con que procuraban el poder ––egotista, pecuniario, lucrativo–– los asimiló hermanándo­los, a pesar de sus distintas banderas, convirtién­dolos en cómplices. Desde entonces la bestia es bipartida y exhibe dos cabezas que, aunque expiden fuego de opuesto color (azul o rojo), hieden con similar carroña de crueldad social.

Cuando las elecciones de 2013 perdieron el respeto popular pero se recompuque dentro del Congreso soldando alianzas espurias, lo que significa bastardas, degenerada­s, y en noviembre de 2017 pretenderá­n lo mismo, tienen tendido ya el tinglado de fraude. El objetivo es conservar el poder, o su hegemonía de poder, de modo que se impida el acceso a una tercera fuerza joven, fresca y renovadora desinstale la armazón neoliberal conseguida desde 1994, cuando Rafael L. Callejas, y que alta rentabilid­ad, ¡miles de miles de millones!, procura a los grupos económicos de ambos partidos a costa del sufrimient­o de la mayoritari­a población nacional. Negocios tan pródigos no deben perderse y si para retenerlos se ocupa la fuerza se deberá hacer. Ya ocurren denuncias al interior del casquete militar que advierten sobre conspiraci­ones de élites castrenses en proceso.

La solución es solo política. Es obvio que hoy se enfrentan en Honduras fuerzas ultraconse­rvadoras y dominantes en contra de intentos de democracia, refrescasi­eron miento y moderna renovación, lastimosam­ente poco organizado­s (aunque uno desconoce la lectura exacta de lo que transita en el alma nacional profunda, capaz de aportar masivas sorpresas).

Y en síntesis el dilema es sencillo: o se vota para aceptar la rijosa maldad cachureca (que no es lo mismo que nacionalis­ta sino medieval y oscura) detestada por Morazán, o se aventura por una ruta adivinator­ia (votar a ciegas en las condicione­s actuales) que solo perjuicio generaría.

Jamás ninguna sociedad hondureña tuvo en sus manos tan grave dilema: revertir el grave deterioro de pobreza y miseria que la asola y borrar para siempre al modelo bipartidis­ta que convirtió al Estado no en benefactor –– como deviene obligado por principio–– sino en explotador de su propia ciudadanía.

Cien años de vigencia del dinosaurio rojiazul no pudieron destruir a Honduras pero la tienen en riesgo y peligro. Es obvio de dónde proviene el mal. Solo si se elimina la causa se elimina la consecuenc­ia

Ya ocurren denuncias al interior del casquete militar que advierten sobre conspiraci­ones de élites castrenses en proceso”.

“Cien años de vigencia del dinosaurio rojiazul no pudieron destruir a Honduras, pero la tienen en riesgo y peligro”.

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