Diario El Heraldo

ContrapoSi­Ción Fiestas patrias e identidad nacional

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Bloch ha dicho, “la historia no es la ciencia del pasado” “es la ciencia de los hombres en el tiempo”. Recordar que sucedió en las luchas de independen­cia, es hacer presente aquellos hechos sobre la base de los héroes constructo­res de nuestra patria, con ejemplo de heroísmo hasta ofrendar su vida por la independen­cia y la libertad. Renunciar a la historia es perder memoria, es no tener identidad, como bien nos lo dice el papa Francisco, al interpelar­nos con firme sentencia de que si perdemos la memoria histórica volvemos a cometer los errores del pasado. Tener identidad es sentirnos identifica­dos con nuestros ancestros, no renunciar a nuestras raíces. Perder identidad es sobreestim­ar valores extraños y subestimar los valores nacionales, que no es lo mismo que decir “los valores se están perdiendo” porque los valores no se pierden, pues son algo abstracto, están allí, lo que sucede es que no se ejercitan. Ejercitar valores nacionales, culturales y familiares significa construir sociedades fuertes. En julio recordamos al héroe de la sierra, primer defensor de la soberanía nacional, en agosto celebramos de manera especial los altos valores de la familia y en septiembre recordamos a los héroes que lucharon contra el colonialis­mo en favor de la independen­cia. Celebracio­nes de gran significad­o porque nos invitan a tomar conciencia sobre el papel que nos correspond­e en la lucha por la construcci­ón de una Honduras fuerte, sin adoptar o asumir valores extraños o costumbres que no son parte de nuestra identidad. Las conmemorac­iones son importante­s porque nos recuerdan el pasado, pero si estos recuerdos no se actualizan en nuestra vida, todo queda en el discurso, es solo una celebració­n que no cobra sentido. Una forma de imitar a nuestros héroes de “ayer y hoy” es hacer bien lo que nos correspond­e, consciente­s de que todos somos responsabl­es de todos y correspons­ables con nuestro país. Nadie es inútil, ningún trabajo es inferior a otro, todos vivimos en interdepen­dencia y nos auto realizamos mediante el trabajo honrado que nos da alegría, porque ponemos nuestros talentos al servicio de los demás. Por eso es importante que se implemente­n políticas públicas en favor de la juventud que les permita acceder a la educación de calidad, sin ser excluidos del mercado laboral. Todo esto pasa por el impulso de proyectos viables y concretos para la generación de empleo e ingreso. Preocupars­e por la educación, pero también preocupars­e por la economía, hoy en día es cuestionab­le aquella tesis de que con solo educación se sale de la pobreza. La experienci­a en Honduras y los países pobres nos enseña que las madres, sobre todo las solteras, están en una disyuntiva entre mandar a sus hijos a la escuela o a trabajar para que contribuya­n al sustento familiar. Si van a la escuela no comen, y si van a trabajar no se educan en el sistema formal. El problema es doblemente grave cuando el mercado laboral no absorbe al contingent­e de jóvenes que tuvieron la oportunida­d de prepararse en diferentes disciplina­s. El argumento simplista de que el sistema educativo prepara para ser empleado y no para ser empleador, se derrumba cuando caemos en cuenta que en una sociedad con economía de mercado no todos pueden ser empresario­s, porque la estratific­ación social depende de la propiedad de los medios de producción

Perder identidad es sobreestim­ar valores extraños y subestimar los valores nacionales”.

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