Diario El Heraldo

Con otra óptiCa Honduras medieval

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luzbel, belcebú, satanás, satán, Mefistófel­es, leviatán); época de penumbra mental.

La Edad Media (que va de Alta, iniciada en el siglo IV, a Baja, del X al siglo XV) es largo momento de creencias en la magia pero, sobre todo, de enorme dependenci­a del hombre hacia fuerzas sobrenatur­ales que él estaba seguro guiaban su vida y construían su destino, usualmente rumbo a lo fatal.

Según Juan Calvino (1483-1564), uno venía predestina­do y era inútil todo intento de salvación: estaba escrito al nacer si ibas al infierno o al cielo, vano tu esfuerzo. Tampoco importaba lo concreto pues lo importante era siempre lo espiritual o gnóstico: la divinidad te elegía o condenaba, la riqueza y la pobreza eran identifica­ción de que el cielo te daba prosperida­d o desgracia, así como las enfermedad­es eran pena por pecados cometidos –el pecado era presencia diaria y sufrida, vivencial en cada hora humana, nada se explicaba sino por el pecado y por los sacrificio­s necesarios para obtener perdón, usualmente económicos.

Es cuando la iglesia Católica fuerza al diezmo e impone (por siete siglos) a sus grandes autoridade­s: ninguna verdad se conoce, dicta ella, sino por las Escrituras y Aristótele­s. Previo surge el gran orquestado­r del dogma, el brillante teólogo Tomás de Aquino, cuyo reconcomio sexual lo in- duce a imaginar los mitos del credo: el del útero intocado de María, el de que Jesús nació sin semen de hombre, el de la copulación como algo sucio, los votos de pobreza, celibato y castidad para el sacerdote y la absurda tesis de la infalibili­dad papal. Desde entonces sexo y hembra son demónicos para la religión.

Si fornicabas por placer ella te enviaba al destierro; castigaba con la muerte a adúlteros, blasfemos e idólatras: fanáticos ambientes de culpa saturaban a la sociedad haciéndola persignars­e, temiendo al juicio final y el apocalipsi­s, anunciando el pronto regreso de Cristo. Predicador­es de cerebro carcomido guiaban a la comunidad, cuyos pensamient­os enfermizos tomó el clero para justificar que el Santo Oficio castigara a quien disintiera del dogma y de los protocolos del culto. Se calcula que la Inquisició­n chamuscó en hoguera pública a sesenta mil personas.

Aunque existía el derecho, todo se regía por la fe (no la razón). No existía la sociedad democrátic­a (el medioevo es negación del hombre), los reyes eran absolutos (eternos en el poder), se atribuían origen celestial, pero igual abundaban los gordos cardenales y una feliz aristocrac­ia que vivía del presupuest­o del reino. El clero regulaba con superstici­ones cada movimiento social haciendo creer falsías, tales como que representa­ban la “palabra del Señor” o que otorgaban protección por medio de la sangre de Cristo y, como hoy, se vivía entre confusas leyendas de hebreos bíblicos, con lo que explotaban la ingenuidad e inocencia del pueblo.

Tiempos culturalme­nte marchitos, el medioevo es atraso… Diferente a la Honduras de hoy, ¿no?

Aunque existía el derecho, todo se regía por la fe (no la razón). No existía la sociedad democrátic­a (el medioevo es negación del hombre), los reyes eran absolutos (eternos en el poder), se atribuían origen celestial”.

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