“Cuatro catrachos en apuros”, una comedia sobre la inmadurez
malentendido en el centro comercial que mete a los cuatro tras las rejas, donde cada uno recapacita y decide hacer una apuesta para madurar, para mejorar como persona. Esta premisa me parece muy interesante, porque hace que el espectador quiera saber si realmente lo van a lograr.
En el extenso nudo del filme vemos cómo cada uno de los personajes intenta cambiar. Entran en escena varios personajes secundarios y se desarrollan numerosas situaciones hilarantes, algunas con más acierto que otras.
De los cuatro protagonistas, el menos desarrollado es Jairo ya que solo vemos su romance con una señora adinerada a la que le gustan los jovencitos. Miguel al inicio ignora su apuesta y sigue mujereando... hasta que conoce a una compañera de trabajo (Silene Peña) por la que se siente atraído, pero cuyas técnicas de seducción fracasan ya que ella no confía en los hombres, por lo que deberá sincerarse.
Con Francisco sucede la mayoría de situaciones cómicas, todo por una mentira. Él odia a los perros, pero, tras salvar a una perrita de ser atropellada, conoce a Camila (Jacqueline Salgado), una mujer de su edad, cariñosa y comprensiva, amante de los perros y por el que Javier se siente flechado y liga con ella haciéndole creer no solo que adora a los canes, sino que es un hábil adiestrador. Eso da pie a un típico tópico de las comedias, la situación en la que el falso experto se reúne con personas versadas en esa materia, que lo empiezan a interrogar para indagar su experiencia y conocimientos. Eso le sucede en la cena en la que conoce a los padres de Camila, en donde nos interesa saber cómo saldrá bien librado de esa situación embarazosa en la que él mismo se metió por mentiroso.
Javier al inicio intenta cambiar, ya no sale con su compadre a beber, se medio arregla e intenta reconquistar a su esposa (Carmen Pineda), que trabaja en un puesto de baleadas para mantener a la hija que tienen en común. Sin embargo, un malentendido provoca su desilusión y decide aliviar sus penas bebiendo.
Destaco de esta comedia que el guionista no subestimó al espectador ya que muchos diálogos y gags tienen su gracia solo si el público maneja cierta información que se supone es de cultura general, mientras que otras suceden inesperadamente y de forma ingeniosa.
El clímax de la película deja esa impresión de que una serie de eventos encadenados de forma poco convencional genera una situación límite inverosímil. En su retorno a la celda se reencuentran con sus amadas, sale a la luz lo de la apuesta, con los desengaños, discusiones y disculpas correspondientes. La comedia cierra con un final feliz, con ese tópico en el que se cuenta qué fue de la vida de cada uno de ellos. Las actuaciones en general fueron buenas. El ritmo nunca decae. En resumen, nos ofrecen un filme de bajo presupuesto, conscientes de que no tiene la calidad técnica de otras producciones hondureñas, pero con el deseo de entretenernos con una comedia sincera y sin pretensiones