Con otra óptiCa La crisis
grave, gravísima crisis, a partir del 26 de noviembre cuando, fracasado el fraude escrupulosamente compuesto desde hace cuatro años, se recurra a otras estratagemas, entre ellas las de lo impensado e inesperado.
Tras apagones de energía eléctrica en el TSE e incluso en el país, y luego de retrasar por horas los resultados iniciales de la votación y de obstaculizar por todo medio la consulta de los partidos opositores y de observadores locales e internacionales, al amanecer quizás se acuda a un ficticio e improbable empate que obligue a trasladar la final decisión a la Corte Suprema de Justicia e incluso al Congreso Nacional. Para entonces ya ocuparán la calle los nueve batallones de Policía Militar, la Preventiva cómplice, la mancha brava y Fuerzas Armadas, dispuestos a desatar la feroz represión que consideren necesaria, en tanto se encarcela a quien resista y proteste.
El panorama, muy factible, es desolador pero no original o novedoso: es una fórmula tiránica puesta en vigor en otros lares.
Todo ha venido siendo conspirado y burilado desde hace años y no se dejará perder: el dominio absoluto del andamiaje estatal, las leyes de secretismo, terrorismo y control de prensa y libre expresión; el consenso para que la Policía civil se pudra y la compra de oficiales con alto mando en el Ejército, a quienes se soborna abundantemente para que olviden su compromiso democrático constitucional. Al único que no pudieron comprar es al pueblo que los rechaza y detesta y que deberá demostrar muy pronto el temple con que fue forjado: si se deja montar la dictadura su próxima oportunidad de cambio tardará 16 años, como aconteció con el precedente y cachureco Doctor y General.
Tampoco nos asustemos: diez días de gran paro general serán suficientes para enviar a la carambola a los fraudulentos, siempre que hayamos adquirido la suficiente conciencia cívica y el digno coraje para defender el derecho ciudadano y los sagrados principios de la libertad