País soñado Un voto que nos dignifique
abusos de poder y robustecer esa pretensión de democracia que tenemos desde hace algún tiempo.
Hemos escuchado propuestas de gobierno, porque las hay, las mencionan a cada rato Salvador Nasralla, Luis Zelaya y Juan Orlando Hernández, que tienen las posibilidades de ganar; también proponen Romeo Vásquez, Lucas Aguilera y José Alfonso Díaz; pero con tanto ruido no se escuchan, puede más la estridencia de sus seguidores, las acusaciones mutuas, las descalificaciones y las diatribas.
Los achichinques, activistas y adláteres pueblan los foros televisivos y radiales defendiendo a ultranza a sus dirigentes: gritan, golpean la mesa, señalan con el dedo y pierden el control, tratando de convencer sobre cosas imposibles, con argumentos banales y a veces lejanos de la legalidad, pero esencialmente destruyendo la imagen del adversario, más que descollar la singularidad y la capacidad de su candidato.
Las redes sociales, que se anunciaban como la democratización y la transpalos
La responsabilidad de votar juiciosamente es inexcusable, porque no solo se elige al partido ganador, también a la oposición”.
rencia de la información, se han convertido en una plataforma de insultos, burlas y desorientación, donde los politicastros propagan de forma económica su amplio catálogo de injurias, improperios y ofensas. La intención es que se vote no a favor de su candidato, si no en contra del otro, cuando está demostrado que votar en contra de alguien es siempre una elección lamentable.
Curioso comportamiento el de los hondureños, que en vez de abominar y recriminar a estos chapuceros, aplauden, los siguen, los admiran, y multiplican sus mensajes insustanciales y vulgares. De ahí se está a un paso de votar por el peinado de alguien o los cachetes de otro, por el gordito, la flaca, el power, el chavo, el goleador, la amiga de los pobres, la diputada de la educación, el defensor de la salud o el gallo luchador; y toda una galería de personajes más cercanos al realismo mágico de la literatura que a un proceso democrático urgente.
Nuestro país es pequeño, somos pocos y casi todos nos conocemos, es inaceptable que votemos por lo peor. En todos los partidos políticos hay gente talentosa y decente, y es increíble cómo sobresalen los otros. La responsabilidad del elector es desbrozar de prejuicios y sectarismo su cabeza, para votar por los mejores candidatos; los abrazos en los barrios, la sonrisa entrenada, la repartición de comida, piñatas y uniformes deportivos, son solo formas de seducción electorera. El votante tendría que ser más inteligente que eso.
Solo nos acordamos de que se elige al presidente, pero hay más en juego: el escogimiento de los gobiernos locales, las alcaldías, que si fueran decentes tendríamos desarrollo comunal; o la elección de los diputados al Congreso Nacional, que por nuestro modelo político es la herramienta del poder, desde allí se puede transformar el país con justicia social, o seguir haciendo negocios personales como ha sido siempre. Por eso hay que darle dignidad a nuestro voto, para que después no haya arrepentimiento ni vergüenza