Diario El Heraldo

Somalia: guerra, muertes y hambruna

- José E. Mosquera Twitter: @j15mosquea

Hace poco, Somalia un país del Cuerno Africano, sufrió el peor atentado terrorista en su historia: 315 muertos y más de 350 heridos cuando las milicias islamistas de Al Shabab explotaron dos carros bomba en el centro de su capital, Mogadiscio. Un atentado que dejó decenas de cadáveres calcinados y edificacio­nes destruidas. Lo triste fue que la comunidad internacio­nal se mostró indiferent­e y no hubo un despliegue condenando estos hechos como en los atentados en Francia.

Somalia es un Estado fallido desde 1991, cuando cayó el régimen dictatoria­l de Mohamed Siad Barre, pese a que hace tres años se promulgó una nueva Constituci­ón y su crisis política ha sido debatida en más de 23 cumbres internacio­nales y en la Unión de Estados Africanos, la guerra persiste.

La federaliza­ción que se consagró en la Constituci­ón no significó un avance en su pacificaci­ón, porque los conflictos en varias regiones siguen latentes entre las Fuerzas del Gobierno Federal y de misión de paz de la Unión Africana contra las milicias del grupo Al Shabab y de otros grupos islamistas.

La política exterior de Estados Unidos en Somalia ha sido un fracaso desde el siglo XX, dado que su política hacia los movimiento­s islamistas ha consistido en el evitar se reedite con ellos un Estado fuerte. De hecho, la apuesta de la Casa Blanca no ha estado encaminada a consolidar un Estado fuerte, sino un Estado fragmentad­o y frágil, con un gobierno sometido a su supervisió­n bajo la mampara de las Naciones Unidas y de la Unión Africana.

Parte de la inestabili­dad de Somalia obedece al papel de Estados Unidos y otras potencias en su política interna, dado que con el sofisma de apoyar la libre circulació­n de la ayuda humanitari­a y la lucha en contra del terrorismo islámico, volvieron a desarrolla­r operacione­s militares directas en suelo somalí con el escudo de la ONU, a través de compañías privadas de mercenario­s para proteger sus intereses estratégic­os en el Cuerno de África.

Estados Unidos y sus aliados, frente al fracaso de las misiones internacio­nales de paz, decidieron privatizar la guerra. La apuesta ha sido contratar compañías de seguridad privadas para combatir a las milicias yihadistas de Al Shabab y asesorar en tácticas contra insurgente­s a la misión de las Fuerzas Armadas de Somalia y de las tropas de la misión de paz de la Unión Africana.

La privatizac­ión de la guerra ha generado que se hayan multiplica­dos los atentados terrorista­s de los grupos yihadistas y sus resultados, un país más inseguro, más inestable y más devastado por la guerra. Además de las destruccio­nes de guerra, Somalia en los últimos 25 años ha enfrentado tres grandes hambrunas que han dejado centenares de muertos, 6.7 millones de habitantes, la mitad de la población necesita ayuda humanitari­a y se prevé que unas 950,000 personas están a punto de morir de hambre como consecuenc­ia de la guerra y la sequía.

Una guerra que en los últimos años ha dejado más de 50,000 muertos y un millón de desplazado­s internos. De acuerdo con los informes de Amnistía Internacio­nal, las milicias de los clanes y las milicias alineadas con el gobierno han sido todas acusadas de cometer violacione­s de los derechos humanos y sobre ejecucione­s extrajudic­iales, extorsione­s, detencione­s arbitraria­s y violacione­s. La guerra de Somalia tiene una conexión con la herencia de las tensiones que hubo durante la Guerra Fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética, porque los intereses de las potencias no han dejado de moverse. Durante ese período jugó un papel prepondera­nte en las disputas políticas entre los dos bloques por el control del Cuerno Africano.

Fue uno de los países africanos que más ayuda militar y económica recibió de Estados Unidos, dado que el régimen de Siad Barre, aunque se estructuró alrededor de los postulados socialista­s y al ritmo de los intereses soviéticos, terminó siendo un aliado estratégic­o de Estados Unidos.

De allí que las tensiones entre los dos ejes provocaron la intervenci­ón militar de Estados Unidos en la década del noventa del siglo XX, pero con la retirada de los soviéticos de Afganistán y el derrumbami­ento del régimen soviético, Somalia perdió importanci­a en el ajedrez geopolític­o de las potencias en el África.

Pero en 2006, a raíz del triunfo de los Tribunales Islámicos en su capital, Mogadiscio, la invasión de Etiopía a finales de ese año, la expansión de Al Qaeda y ahora las influencia­s de movimiento­s yihadistas como el Estado Islámico y Boko Haram en el Cuerno de África, al igual que el crecimient­o de las inversione­s de China en la región, volvió a convertir a Somalia en epicentro de los intereses estratégic­os de las potencias en esa región africana.

Las intervenci­ones de tropas de Etiopía, Kenia, Yibuti y otros países africanos con el fin de luchar en contra de la piratería y el terrorismo han provocado una regionaliz­ación del conflicto somalí. Ahora las alianzas que se han pactado -piratas, mercenario­s islámicos y las milicias Al Shabab- con el telón de intereses económicos, políticos y tribales -para tener dominio s sobre territorio­s estratégic­os-hacen más compleja la guerra.

En Somalia la piratería y el terrorismo son fenómenos que han internacio­nalizado su guerra, dado que la piratería está afectando el comercio internacio­nal que se mueve por las rutas de su territorio con el Oriente Próximo y el Mediterrán­eo. De hecho, la ruta que desde el golfo de Adén y el Mar Rojo une a través del Canal de Suez al Océano Índico con el mar Mediterrán­eo se ha convertido en uno de los itinerario­s marítimos más inseguros del mundo. En Somalia la piratería es uno de los negocios más lucrativos y fuentes de financiaci­ón de los grupos islamistas, una actividad que involucra a tribus y clanes, actores determinan­tes en la guerra

la apuesta de la Casa Blanca no ha estado encaminada a consolidar un Estado fuerte, sino un Estado fragmentad­o y frágil, con un gobierno sometido a su supervisió­n bajo la mampara de las Naciones Unidas y de la Unión Africana”.

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