Se repite la historia

Un bebé de seis meses murió calcinado cuando dormía en una humilde vivienda en La Ceiba. El escenario es parecido a otros: su madre salió a hacer un mandado y dejó una candela encendida que, aparentemente, combinada con una fuga en un cilindro de gas habría desatado la tragedia. Dos niños pequeños que también estaban dentro de la casa fueron rescatados por los vecinos y se salvaron de una muerte horrible. Son casos que se repiten y parece que no hay forma de calar en madres, padres o adultos en general que dejan a niños solos, encerrados dentro de sus casas, donde casi siempre están latentes las condiciones para que se desate un incendio, ya sea una vela, un candil, una fuga de gas o una instalación eléctrica tan deficiente que hace cortocircuito. Nadie duda del dolor que estas madres sienten ante semejante tragedia y no se puede menos que compadecerlas y solidarizarse con ellas. Pero también indigna que una y otra vez se repita la historia de niños que mueren atrapados en un incendio, encerrados en sus casas, indefensos, sin casi ninguna posibilidad de sobrevivir. A veces la reacción de los vecinos ha podido evitar estos dramas, pero son demasiadas las veces en que tenemos que lamentar que una criatura muera quemada. Que si la pobreza, que si son madres solteras que no tienen quién las ayude a cuidar a los niños... vi una vez a una mujer con sus siete hijos detrás cuando iba a hacer un mandado a cierta distancia de su casa. Prefirió eso a dejarlos solos. ¿Por qué es tan difícil entender que el tiempo que lleva hacer esa “carrerita” a la pulpería es suficiente para perder lo que más se quiere en la vida?