EntrE ParéntEsis Sin garantía ni devolución
esos disciplinados obreros partidarios - que rayarán, plancharán o preferirán solo a los que lleven su misma camiseta-, seguramente ha empezado a preguntarse cómo hará para completar la cantidad de marcas equivalente al total de representantes departamentales en la asamblea legislativa o para decidir a qué aspirante local o nacional premiará con su confianza y preferencia. Conozco amigos y amigas que se han dedicado, públicamente o en privado, a averiguar quién es quién, en redes sociales, en Google o en los decires y chismes de la gente. De ese escrutinio no se libran siquiera aquellos candidatos o candidatas que ocupan o han ocupado antes una curul, posición municipal u otro cargo como altos funcionarios, pues la insuficiente información sobre cada uno de los y las aspirantes es una realidad que domina en todos los niveles electivos.
A diferencia de las elecciones primarias, que solo son tres y en las que los responsables de decidir son esencialmente militantes o simpatizantes de cada partido, las elecciones generales triplican en cantidad las opciones del votante. Para la planilla presidencial ( titular y tres designados), en esta elección habrá nueve opciones, unas más conocidas que otras. El ser desconocido en esta papeleta no es un tema menor: si se aplicara adecuadamente la normativa electoral, quienes no logren el porcentaje mínimo de 2% del total de votos válidos, dejan a su organización política obligada a lograr al menos un diputado al Congreso Nacional, para sobrevivir.
No es más fácil para la planilla de diputados y corporaciones municipales: el total de representantes departamentales y locales se multiplica por diez (o más) a los ojos y elección del votante, haciéndole más complicado su deber ciudadano (al menos si se desea hacer responsablemente). Muchos partidos se las ingenian para llenar de nombres y rostros anónimos las casillas correspondientes a sus emblemas, sin preocuparse mucho por sus posibilidades reales de ser escogidos. El pecado se extiende a partidos de mayor tamaño y tradición, que incluyen personas sin tra- yectoria conocida o acuden al fácil recurso de proponer personajes que han destacado en otros ámbitos (como el deporte, la farándula o el periodismo, por citar casos), pero que carecen de experiencia política o de proyección pública.
Un rostro sonriente y un eslogan reciclado de otras campañas, acompañado de una promesa demagógica, una cancioncita y apariciones asistencialistas oportunas, son muchas veces lo único con que cuentan los y las votantes para decidir cómo votar. Nada muy distinto a comprar un producto de marca desconocida, en una tienda de “fifirifao”, que no ofrece garantía ni devolución por defectos o vicios ocultos.
¿ A usted le gusta comprar así?
A diferencia de las elecciones primarias, que solo son tres y en las que los responsables de decidir son esencialmente militantes o simpatizantes de cada partido, las elecciones generales triplican en cantidad”.