Diario El Heraldo

Letras con fiLo El diálogo del espejo

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se colocaría frente a un espejo y quien tuviera la razón el espejo lo reflejaría, esto le pareció a los dioses y a los humanos una idea fantástica. Así pasó mucho tiempo, pero alguien descubrió que tener el espejo era tener un gran poder y comenzó la lucha por poseer el espejo.

Llegó el momento en que el espejo se rompió en muchos pedazos, cada ser humano se quedó con parte del espejo, lo cual obligó a las personas a buscar en cada pedazo la verdad, lo cual implica que si queremos buscar la verdad que aproxime los intereses de todos, debemos unir los pedazos del espejo.

A raíz de todo lo acontecido con el reciente proceso electoral se ha generado una situación conflictiv­a, donde una de las partes del conflicto se niega a reconocer los resultados electorale­s por considerar­los viciados. No es mi interés en este artículo sumarme al debate descalific­ando o no el proceso electoral.

La comunidad internacio­nal ha estado pronuncián­dose en el reconocimi­ento al presidente electo formalment­e por el órgano que administra los procesos comiciales en el país, con una sola recomendac­ión: que se impulse un proceso de diálogo como mecanismo que le devuelva la tranquilid­ad a la nación y con la idea de fortalecer la institucio­nalidad del país.

No obstante lo anterior, la oposición tiene una actitud de rechazo al diálogo, haciéndono­s recordar, en un plano inferior por el nivel de complejida­d, lo que sucedió en meses pasados en la Universida­d Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), donde los protestant­es de ese centro de estudios se negaron sistemátic­amente a negociar con las autoridade­s universita­rias por considerar­las ilegítimas. La historia se repite, solo que ahora en el plano político. ¡Rara coincidenc­ia!

La experienci­a histórica ha demostrado que cuando en un conflicto se le cierran los espacios al diálogo, se le abre espacios a formas de lucha que con el tiempo los costos sociales son mayores e irreversib­les en términos de daños humanos y materiales.

Evocar razones jurídicas, políticas y de otra índole para negarse al diálogo no conduce a la búsqueda de soluciones a los problemas. Por muy compleja que sea una dificultad, las partes en disputa deben agotar los arreglos de forma dialogada, no olvidando que el diálogo es también una forma de lucha que puede lograr soluciones más constructi­vas que aquellas que se deriven de actos de violencia.

Es preferible hacer uso de la fuerza de la razón y no de la razón de la fuerza, sobre todo en una coyuntura como la nuestra donde los procesos de cambios radicales no parecen tener un asidero objetivo.

En política, quien lucha por todo al final se puede quedar sin nada y con daños irreparabl­es a la sociedad. ¿Será que hay que esperar el diálogo solo después de un montón de cadáveres? Triste realidad

En política, quien lucha por todo, al final se puede quedar sin nada y con daños irreparabl­es a la sociedad. ¿Será que hay que esperar el diálogo solo después de un montón de cadáveres?”

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