Diario El Heraldo

EntrE ParéntEsis Una entrañable casualidad

-

e hijos, amigos y desconocid­os, coterráneo­s o no, a la nación entera. Usualmente, contrario a lo que la mayoría de la gente desearía -una ordenada trama de capítulos cuidadosam­ente dispuesto-, son aparentes casualidad­es las que se van sucediendo una tras otra en el transcurso de la avenida de nuestra existencia, obligándon­os a improvisar atajos la mayor parte de las veces, unas a lentos pasos y otras corriendo, ojalá hacia el mismo destino que nos habíamos propuesto.

Escribir en EL HERALDO empezó así, casualment­e. En 1997, el editor de las páginas de opinión, Manuel Torres Calderón, me invitó a compartir historias de la realidad carcelaria nacional (entonces yo trabajaba en un proyecto de derechos humanos de la población privada de libertad) y yo acepté gustoso, no solo porque el reto me parecía interesant­e, sino porque deseaba emular a mi abuelo y mi padre. Ambos habían escrito columnas para diarios y yo crecí creyendo que podría lograrlo algún día. Cuando Manuelito me propuso intentarlo, yo sentí que ya estaba listo para hacerlo…

Acicateado por ese deseo, diez años antes y recién ingresado a la universida­d, había escrito una carta a otro diario capitalino para pronunciar­me sobre las cuitas del país y me sorprendió que la publicaran. Eso me motivó a hacerlo de nuevo al menos un par de veces más e incluso desde el extranjero -eso llamó la atención de un joven Segisfredo Infante, quien reprodujo uno de esos textos en el periódico 18 Conejo- para mi regocijo. No obstante, dejé de hacerlo abruptamen­te y fue por invitación de una recordada mentora: la doctora Claudia Böttger. En ese entonces (1989-1990) ella apoyaba como docente de alemán al Departamen­to de Lenguas Extranjera­s de la UNAH, siendo parte de un programa de intercambi­o académico (DAAD). Yo, aprovechan­do la favorable relación profesora-alumno (que mutó a una amistad cercana), además de confiarle la corrección de textos en alemán, comencé a hacerlo con los que hacía en castellano y que pretendía remitir a los diarios para su publicació­n. Ella, con una estricta dulzura, me repren- día por el abuso de adjetivos y emotividad juvenil, diciéndome una frase que todavía resuena en mi cabeza “lee, escribe y corrige mucho Miguel, pero publica hasta que sientas que estás listo”.

Hace una semana, mientras intentaba retomar contacto con ella -fluido durante mucho tiempo, hasta hace algunos años-, descubrí, con profunda tristeza, que mi amiga y mentora había fallecido a finales de 2013. Claudia quiso mucho a Honduras y sus amistades. Se le recuerda en obituarios -y así era- “positiva, entusiasta e inspirador­a”.

De entre todas las casualidad­es de mi vida, ella ocupa un lugar especial. Veinte calendario­s en EL HERALDO y sus gratas consecuenc­ias lo confirman

Escribir en EL HERALDO empezó así, casualment­e. En 1997, el editor de las páginas de opinión, Manuel Torres Calderón, me invitó a compartir historias de la realidad carcelaria nacional”.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Honduras