Un lenguaje que no tiene cabida
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, cumplirá en dos días el primer aniversario de un polémico gobierno que mantiene al resto del mundo entre el sobresalto y la indignación. No hace mucho, el intercambio de amenazas con el líder norcoreano Kim Jong-un, de personalidad volátil como la del inquilino de la Casa Blanca, generó alarma y preocupación sobre un posible desastre mundial a causa del lenguaje provocador de Trump. El que ha puesto en duda, incluso, su estabilidad mental.
Más recientemente, las expresiones del mandatario develadas por The Washington Post, inconcebibles en boca de un líder que reúne cualidades como el humanismo, la sensibilidad y el respeto, pero no tratándose de Trump, causaron malestar y estupefacción en la comunidad internacional. En un desaguisado peor que los anteriores a los que no tiene acostumbrados desde que estaba en campaña, el gobernante estadounidense llamó “agujeros de m...” a nuestro vecino El Salvador, a Haití y a varios países africanos. Y dijo que prefería recibir más migrantes de Noruega que de esos países. La comunidad internacional no se sobreponía aún de la sorpresa cuando Trump soltó otra perla: “No soy racista”.
Aunque para unos la frase es irrisoria, para otros es un insulto, sobre todo para los migrantes salvadoreños, haitianos y nicaragüenses a quienes les fue cancelado el Estatus de Protección Temporal (TPS), para los afectados por el veto a los países de mayoría de población musulmana o para los “soñadores”, cuyo futuro pende de un hilo. Y es que si en algo ha sido consecuente Trump, en lo dicho y lo hecho, es en su política antiinmigrante, la que pretende endurecer aún más con medidas como el muro con México.
Así las cosas, los migrantes -incluyendo a los de Honduras- afrontan tiempos de hostilidad extrema y un futuro incierto en un país donde el sueño devenido en pesadilla es preferible a sus lugares de origen, sumidos en la violencia y la pobreza. Así sean comparados con terroristas por un Presidente cuyo lenguaje no tiene cabida en un mundo que aspira a la paz, a la solidaridad y a la igualdad