País soñado Para mestizar el pensamiento
social.
Se nota en lo que opina la gente en el café, en el supermercado, en la oficina; lo repiten también en la tele y en la radio. El filósofo alemán Herber Marcuse lo advirtió el siglo pasado al describir “el hombre unidimensional”, cuyos gustos, tendencias y conceptos están determinados por el consumo y la propaganda; más tarde el sociólogo y periodista español Ignacio Ramonet llamó “pensamiento único” a esos paradigmas formados para impedir el debate ideológico.
Como sea, entre tanto bodrio que presenta la televisión, se encuentra algo que, aunque no califique como sublime, al menos es interesante, y eso me ha pasado con algunas películas francesas, inglesas, suecas, japonesas, y recientemente las estadounidenses “En primera plana” (Spotlight) que habla de la pederastia de sacerdotes en Massachusetts; y la obra dirigida por Oliver Stone, “Snowden”.
Esta última película, que pasan por estos días, cuenta una parte de la vida de Edeconómico ward Snowden, el analista de la CIA y la NSA, que escandalizó al mundo al revelar en 2013 cómo el gobierno de los Estados Unidos vigila a sus ciudadanos y a medio planeta, espiando sus computadoras y celulares; y con el pretexto del terrorismo, mantener su hegemonía política y comercial: el control mundial.
Desde los 60 a la televisión la llamaron “la caja tonta”, y el concepto evolucionó a “caja atontadora”, que por la tecnología y el diseño de las pantallas planas dejó de parecer caja, pero el principio es el mismo: transmitir imágenes y sonidos para inundar los sentidos más perceptivos de los humanos, y les llegan a su propio sillón, o mientras cenan, sirve de compañía y la dejan encendida a solas para espantar a los ladrones.
Eso sí, no perdió nunca su carácter de medio de entretenimiento, es más, si preguntan a cada persona que por qué compra un televisor, dirá: para ver películas, otros el fútbol, menos la telenovela, alguien los documentales, muy pocos las noticias, y nadie, o casi nadie, mencionará la cultura. Hay quienes tienen en su servicio de televisión por cable noventa canales, o doscientos, o trescientos, para todos los gustos y mucho aprendizaje, pero miran los mismos.
En televisión como en Internet hay infinidad de opciones para mestizar el pensamiento e independizar las ideas, pero es popular lo burdo y domador. Es difícil desarrollar criterio propio, porque un hombre unidimensional no sabe que está absorbido por un círculo horroroso que le limita el entendimiento, la razón, y el deseo de liberarse se diluye.
Mientras escribo esto la tele está en frente, apagada. Me gusta ver el fútbol y a veces una película tonta, pero aprovecho su cosmos interminable. Y esta computadora que tecleo abre el mundo en Internet, ese Aleph que contaba Borges, el punto del universo donde están todos los puntos. Solo es cuestión de buscar para desalambrar el pensamiento
Es una paradoja desalentadora que una sociedad abrumada por tanta información esté despiadadamente desinformada”.
“En televisión como en Internet hay infinidad de opciones para mestizar el pensamiento e independizar las ideas, pero es popular lo burdo y domador”.