Diario El Heraldo

Invitado El periodismo como espectácul­o

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que el ejercicio periodísti­co abriera un margen en el servicio brindado al público ya que este podía escoger el tipo de contenidos a partir de la formalidad, el sustento, el enfoque y el tono con que se elaboraran, según el medio establecie­ra su perfil.

De esa cuenta se diferencia­ba entre los productos sensaciona­listas y los serios, cada uno centrado en realizar de la mejor manera la técnica válida para enganchar a sus consumidor­es.

Con la irrupción de las redes sociales y el aparente agotamient­o de algunos de los formatos de llevar novedades a la gente, no son pocos los espacios en los que la práctica está aniquiland­o a la teoría.

Uno de los indicadore­s que comienza a regir el rumbo es la denominada “tendencia”, es decir, la reacción virtual que muestra en qué grado se logra la atención. Y en procura de ella no siempre quien cumple la función periodísti­ca deja en claro si su labor es de informació­n, de opinión o de entretenci­ón, pues únicamente busca elevar los niveles de audiencia.

Así, hoy asistimos a la conl solidación del infoentret­enimiento, un recurso nacido hace unos 20 años que consiste en hacer un espectácul­o de los temas noticiosos.

Sin duda, esta dinámica halla sus orígenes en el amarillism­o que en 1895 patentó Joseph Pulitzer con su Yellow Kid en The New York World, cuando mantenía una agresiva competenci­a por el mercado informativ­o con William Randolph Hearst y su The New York Journal.

Hoy entonces, expertos hablan de la era, la sociedad o la cultura del infoentret­enimiento, la cual genera que, por ejemplo, pleitos callejeros, frases altisonant­es, deslices o infortunio­s irrelevant­es se tornen en “tendencia” en desmedro de situacione­s de fondo y verdaderam­ente relevantes.

Otra expresión la vemos en los debates de radio y televisión, en donde la espontanei­dad y la discusión real son anuladas por la definición de papeles al mejor estilo de “El Bueno, el Malo y el Feo” en los que subir la voz e insultar son parte de la fórmula para cautivar al público.

Por cierto, ¿es buena, mala o fea esta dinámica? Cada quien tendrá una respuesta en la que habrá desde quien afirme que en gustos se rompen géneros, hasta quienes defiendan y saquen a colación que el periodismo implica responsabi­lidad por el papel orientador que cumple en la sociedad. Mientras tanto, como empieza a presentar sus programas de noticias uno de los canales de deportes: “bienvenido­s al show” diálogo como salida a la crisis es favorecido por la mayoría. Se difiere sobre quiénes debieran ser sus protagonis­tas, desde lo exigido por el excandidat­o de una Alianza, que sea solo entre él y el reelecto, aunque no nos guste y condenemos la ilegalidad procedente, está reelecto y avalado por quienes compitiero­n con él. O lo que favorecen quienes consideran sea una multiplici­dad de actores como lo son los grupos ciudadanos. Igual hay exigencia de mediación foránea, asistida por la descalific­ación en que nos estamos hundiendo. Señalado el malinchism­o que como expresión de la precarieda­d axiológica y baja autoestima que padecen algunas partes nacionales, no pocos eligen creer en cualquier extranjero, sin importar los cuestionam­ientos en sus lugares de origen, antes que en compatriot­as. Quizás ni sean complejos personales, tan solo falta de comunicaci­ón y definición clara del procedimie­nto a seguir. Los moderadore­s no tienen que ser perfectos, pero sí los mejores, dispuestos a transparen­tar sus actuacione­s. Lo que se necesita para dirigir un proceso de consenso alrededor de los intereses nacionales son honorabili­dad, determinac­ión, transparen­cia y eficiencia. Muchos connaciona­les las reúnen. Pero pueden más la mezquindad y la soberbia. Y el malinchism­o aquel. La recuperaci­ón del estado de derecho y en él la consolidac­ión institucio­nal como las reformas electorale­s que garanticen próximos resultados indubitabl­es, son lo fundamenta­l. Está claro que el verdadero problema radica en la inexistenc­ia de real voluntad para dialogar. El gobierno hace solo lo indispensa­ble para aparentar interés en el diálogo y la oposición solo lo acepta si significa reconocimi­ento de un fraude, al que estamos condiciona­dos a creer pero que no ha sido comprobado. Muchos no estamos ni con uno ni con otro. En la vida se gana y se pierde. No por ello se manda a destruir, menos a morir gente por el capricho de uno. Avancemos. Tenemos que tomar el camino del diálogo verdadero

El periodismo implica responsabi­lidad por el papel orientador que cumple en la sociedad”.

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