Disculpen mi castellano Un “enter” por decreto no borra la corrupción
la gente no era tan juiciosa ante los tentáculos de la corrupción, miserias humanas, demagogos y populistas. Los medios sociales, en apariencia, ofrecen una máxima en tanto a libertad de expresión al haber ofrecido el convencionalismo de la “perfección” moral frente a los demás. Y esto provoca el indefectible debate entre lo real versus lo irreal y entre la libertad y la censura.
Hoy, en tiempos de la “memecracia”, todo mundo es patriota; se altera en defensa de transexuales, feministas, etnias, izquierdas rurales y derechas insaciables… un tuit contra el “dictador” o un “like” contra el trasnochado “ñángara” de utopías históricas. Parece que la reconfiguaración en el espectro digital contiene la única lealtad referida en destripar a la gente, convertido en una tendencia de encender la computadora y buscar algo con que perturbarse, tomar por asalto la opinión pública y convertirla en un matadero de opiniones exaltadas, un linchamiento digital, un juicio sumario, contra funcionarios, políticos y todo aquello que tenga la seductora fragancia del poder.
Rechazo el machismo, la homofobia y el racismo, por una cuestión moral ineludible, pero profeso que se ejerza el derecho a expresar, porque siempre será un argumento débil contra la humanidad.
Por eso no creo y me planto en contra del subterfugio de querer prohibir mensajes opositores, de “odio” como el poder lo cataloga. Pero si vamos a hablar de ese “odio”, al otro lado de las pantallas y detrás de un escritorio de caoba barnizado como democracia institucional, se encuentra el funcionario que se ha ganado a pulso ese “odio”, mientras se toma una selfie, riéndose de su corrupción, de su inoperancia y de su leal sinvergüenza partidaria que lo puso allí, y que luego se erigen en un curul del congreso como glorificados sargentos del pensamiento y libertades ciudadanas.
Damas y caballeros de la censura, ¿será acaso que les incomoda que salga a la luz sus fechorías, exageradas o no?, por que las redes sociales son, apenas, dentro del mundo “irreal” solo un campo de bocina abierta. Pero de eso no pasa, a nadie se ha metido preso, empujado por una feis, o un tuit. Las redes sociales son peligrosas para la libertad e inofensivas para la corrupción. Las redes no pueden llevar a la cárcel a ningún corrupto, pero pretenden que sí, a quien los denuncia.
El problema está circunscrito en que unos quieren disfrazar el insulto en ideología, y los otros, cuando quiere maquillar de respeto el fascismo.
Aunque no creo que El Poder lo sepa, ni con ayuda de Google, entiendan que la libertad de expresión no es lo mismo que la verdad, la búsqueda de la verdad es algo mucho más implacable y tenaz, sepan que un “enter” por decreto, no borra la corrupción
Damas y caballeros de la censura, ¿será acaso que les incomoda que salgan a la luz sus fechorías, exageradas o no?