Diario El Heraldo

El odio está dentro y fuera

- Josué R. Álvarez Lingüista

La realidad virtual con cada uno de sus componente­s es una proyección de lo que se entendería en oposición a este, como el mundo real o no cibernétic­o, por ende, si hay odio, amor o respeto en el uno, lo habrá en el otro.

Es una verdad ineludible que las herramient­as virtuales colaboran hoy en gran medida a la expansión de todo tipo de pensamient­os e ideas; tienen espacio en ellas lo constructi­vo y lo nocivo. No obstante, hay que tener claro que es medio y no fuente, tanto de lo positivo como de lo negativo. Es un ser humano quien crea los contenidos, y no un software.

En relación con la llamada ley contra el odio, o mejor dicho, ley que establece medidas para prevenir los actos de odio y discrimina­ción en redes sociales e Internet, puedo decir que es una iniciativa digna de celebrarse porque desde la lectura de la propuesta se entiende que pretende controlar un hecho que en los últimos años ha venido a formar parte de la realidad mundial y nacional.

Sin embargo, partiendo de la idea de que el odio, el acoso, la discrimina­ción y cualquier acción dañina contra el individuo no nacen, sino que solo se reproducen en las redes, esta ley se queda corta por no decir cortísima. No me refiero a los alcances que tenga en sí misma la ley, sino que para mitigar el odio y la discrimina­ción en la sociedad una sola ley es muy poco.

Si no se trabaja en otras estrategia­s, será simplement­e como cerrar una ventana, una puerta, cortar solo una de las tantas carreteras que males como los mencionado­s tiene para cobrar vida. Si no queremos ver discrimina­ción en las redes sociales hay que sacarla de la sociedad. Faltarían páginas para hablar sobre la historia del odio en el país, esas cifras que nos erizan la piel no son más que un capítulo de la misma.

Estos problemas nos han precedido y acompañado siempre, pero se han hecho más visibles y cobrado otras caracterís­ticas y dimensione­s gracias a la Red informátic­a, no es nuevo, solo lo notamos más, otras acciones eran pertinente­s en el pasado.

Paralelo a esta ley, debe venir un período fuerte y significat­ivo de educación sobre el uso ético de los espacios virtuales, que de manera ideal debería ir más allá de los muros de las escuelas para que nadie alegue ignorancia en caso de que incurra o sea víctima de alguna falta.

Por último, no solo se espera sino que se exige que se respete el espíritu de esta iniciativa, y que los términos odio y discrimina­ción, sean usados única y exclusivam­ente para proteger a la primera preocupaci­ón del Estado: el individuo

Partiendo de la idea de que el odio, el acoso, la discrimina­ción y cualquier acción dañina contra el individuo no nacen, sino que solo se reproducen en las redes, esta ley se queda corta por no decir cortísima”.

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