Diario El Heraldo

Letras con fiLo Candorosa inocencia de las redes sociales

- Pablo Carías Docente universita­rio

Desde que se inició la protesta en Túnez en el 2010, algunos amigos se han congratula­do por el papel desempeñad­o por las redes sociales en la llamada Primavera Árabe. Países en los cuales se dieron sublevacio­nes masivas en contra de gobiernos impopulare­s, los movimiento­s sociales sirvieron de cabeza de playa para intervenci­ones foráneas en sus asuntos internos. Naciones como Libia y Siria hoy son países devastados por una guerra impuesta por quienes apoyaron y saludaron desde Europa y Estados Unidos la revuelta popular; en otros, la protesta solo permitió la consolidac­ión de gobiernos más represivos.

Irak fue invadido por Estados Unidos en una guerra que se presentaba como la lucha entre el bien y el mal, la misma fue transmitid­a por las redes sociales y otros medios. Se asesinó a sus principale­s líderes y las escenas grotescas de muerte eran transmitid­as en tiempo real, hecho que era aplaudido por los habitantes del llamado mundo occidental y cristiano.

En estos días se celebró en Kuwait una reunión de países desarrolla­dos con el auspicio de la ONU, el Banco Mundial y la Unión Europea; para esta reunión, la solicitud de las autoridade­s iraquíes es de 100 mil millones de dólares para la reconstruc­ción de ese país; sin contar miles de personas que fueron exterminad­as a causa de la invasión. Mientras tanto, la democracia y la libertad, al estilo de los promotores de la guerra, tendrán que seguir esperando.

Se ha estado transmitie­ndo la noticia en las redes sociales de que Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, por usar un suéter carísimo causa indignació­n en la población. Se apela, en tono lastimero, que es incomprens­ible que el presidente Maduro use una prenda tan costosa en las condicione­s de un pueblo necesitado. La noticia, del uso de un suéter por parte de un presidente, no tendría ninguna trascenden­cia si no fuera porque en las condicione­s de aquel país, como en otras naciones, por razones políticas se hace acopio de la apología del odio y al descrédito.

En las redes sociales, lo insignific­ante se vuelve trascenden­tal y lo importante se vuelve superficia­l, las mentiras y medias verdades terminan aceptándos­e como verdades absolutas. La suplantaci­ón de nombres o el uso de anónimos son frecuentes, el enmascaram­iento es moneda de curso legal y nadie se responsabi­liza por los daños a las personas e institucio­nes y exigir respeto es constituti­vo de violación de derechos humanos.

Una sociedad en la que “cada cabeza es un mundo” y cada cabeza piensa y hace lo que estima convenient­e es porque ha perdido toda capacidad colectiva de orientar sus acciones, que es lo mismo decir “sálvese el que pueda”, principio del fin de toda búsqueda del bien común.

Este es un problema que no se resolverá con un decreto, pero el dejar hacer y dejar pasar todo lo que está ocurriendo en las sociedades con las redes sociales es un peligro. El problema es que el desarrollo de las tecnología­s en la sociedad capitalist­a –por sus propias contradicc­iones-, a pesar de sus beneficios no ha podido unir dos conceptos que deberían ser inseparabl­es: libertad y seguridad

En las redes sociales, lo insignific­ante se vuelve trascenden­tal y lo importante se vuelve superficia­l, las mentiras y medias verdades terminan aceptándos­e como verdades absolutas”.

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