El grave problema de la inseguridad
La reducción de la violencia, según las cifras oficiales y el Observatorio de la Violencia de la UNAH, no quita que seguimos teniendo una de las tasas de homicidios más altas del mundo con 42.8 por cada cien mil habitantes.
Es noticia de todos los días la muerte de hombres, mujeres, jóvenes e infantes víctimas de actos violentos de los que el 90 por ciento quedan en la impunidad por la negligencia de los entes de seguridad y operadores de justicia.
Tenemos un grave problema de inseguridad que frena la inversión y alienta el éxodo desesperado de compatriotas hacia otros países, principalmente Estados Unidos. Y en medio de esa vorágine de violencia en que se encuentra nuestro país hay casos que hacen sentir todo el peso de esa realidad insoportable.
Uno de ellos es el de la estudiante de medicina asesinada en el asalto a un bus del transporte público en Colón durante la Semana Santa, que ha generado una serie de reacciones, incluyendo la de oportunistas que han buscado politizar esa tragedia. Y el otro, el del escolar que murió esta semana también de un balazo en la aldea Suyapa, a raíz de un tiroteo que se habría desatado en un supuesto intento de asalto a un autobús. En ambos casos ya hay detenidos y se espera que las investigaciones determinen su responsabilidad para que se imparta justicia. Lo cierto es que cualquier muerte violenta, en la zona rural o urbana, es un aldabonazo a la moral de un país que sigue sumido en una sangría.
La protección del derecho a la vida debe ser una prioridad del Estado que percibe para ese fin millonarios recursos, como los de la tasa de seguridad. Aunque se han logrado algunos resultados positivos, la inseguridad que generan la violencia y criminalidad sigue extendida entre la población que espera de sus autoridades una férrea determinación a seguir reduciendo una tasa de homicidios que todavía nos muestra como un país donde la vida no vale nada. Un país del que su gente quiere salir huyendo porque como si no fuera suficiente lastre la pobreza en que la tiene sumida la corrupción, vive con miedo a perder también la vida