“Correo certificado,
primer aviso”, fue expuesta en el MIN en julio de 2017. trae consigo una función trascendente; el viaje por tierra, mar o aire lleva el fuego de nuestros sueños, traslada anhelos y nostalgias, en fin, es un viaje que en livianas hojas puede llevar el peso del mundo; esa metáfora está perfectamente evocada en el conjunto de la muestra, pero, aún así, estas piezas siempre generaron en mí un contrasentido que me substrajo de la cómoda relación entre significado y representación.
Pilar Leciñena tiene la virtud de implicarnos con un golpe de vista; su propuesta se sustenta en un diseño que sobrecoge el espíritu, me permito ciertas libertades metafísicas frente a una obra que desborda los límites de lo racional: por esta instalación no caminamos, nos trasladamos, levitamos; esta es una instalación de llamados múltiples, es la metáfora redonda, espacio revelándose como materia, línea, color y volúmenes.
Hay en la obra de Leciñena un subsuelo de imágenes latentes que se alojan en nosotros para revelar nuevos sentidos, otras perspectivas.
Esta exposición me hizo recordar una idea formidable de Didi-Huberman: “La imagen a menudo tiene más de memoria y de porvenir que el ser que la mira”.
Por esta razón mi método de análisis no se limita a la idea de “correo”, a pesar de su solidez, no me comprometen las decisiones conceptuales que el proyecto conlleva, me interesa esta propuesta como síntoma de algo más profundo: la función de la obra como soporte estético.
¿Qué hay entonces en “Correo certificado, primer aviso”?, ¿qué certifica este proyecto?, ¿cuál es su primer aviso?
Estas reflexiones, a manera de interrogantes, nos obligan a ir más allá de la tradicional relación entre el mensaje y el objeto que lo representa, pasemos entonces a indagar el programa que prefigura esta muestra, allí encontraremos en primer lugar, una obra que se redefine en las profundas implicaciones simbólicas que la constituyen, alejándose de las narraciones fáciya