Diario El Heraldo

Mudanzas Éxodo interior

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Lo natural es querer no abandonar el terruño, y si un día se deja no en las condicione­s en las que día a día tantos dejan sus familias, sus casas, sus barrios, sus pueblos, sus ciudades y sus países. El éxodo interior empieza el día que alguien se da cuenta en que sus sueños aquí quizá no se vean materializ­ados, el día en el que se sintió amenazado por primera vez, el día en el que no tuvo que darle de comer a sus hijos, el éxodo interior comenzó para el joven que levanta la bandera hondureña en México en el Viacrucis del Migrante posiblemen­te hace muchos años. Cuando le tocó despojarse de lo que soñó para él y los suduras yos en este país.

Tal es la desesperac­ión que la tierra prometida no es tan prometida y aun así se camina hacia ella, pues allí la leche no es tan leche y la miel no es tan miel, pero la hay y aquí no, esto en alusión al éxodo judío de la tierra de Egipto.

Ellos ya van de camino, pero quedan aquí millones de compatriot­as (basta contar el número de pobres y extremadam­ente pobres para conocer la cifra exacta), que comienzan su éxodo, que poco a poco se despojan de su anhelo, que no es mucho: el bienestar.

Volvamos al hombre que levanta la bandera de Hon- en la fotografía. Es posiblemen­te la esperanza de su familia, y como familia debe entenderse, hijos, pareja, padres, hermanos, abuelos y hasta primos y tíos; como cada uno de los que se van. ¿Qué pasa si no logra su objetivo? ¿Acaso comienzan estos esperanzad­os en él a perder de a poco lo que son?

Se ha convertido en un hecho político, que despierta diversas opiniones, pero es sobre todo de un hecho humano que merece ser tratado como lo que es. De la casa, de la casa que se ama uno solo se va si lo amenazan, si un huracán acaba con ella o si se nos cae a pedazos. Concluya usted mismo

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