Diario El Heraldo

DiSCULpEn Mi CaStELLano El matadero político

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para la nación, que discuten con maestría, sin tapujos ni pudor escándalos infames para darle insumos de ranking a los programas de opinión pública, de paso servir el pan diario de la basura mediática al pueblo, que pasa hambriento de estas paupérrima­s de la dialéctica podrida. Porque si los políticos no resuelven las penas, por lo menos hacen divertida la penuria humana con sus majaderías y torpezas, frente a la descomunal calamidad del país que nos han dejado las últimas generacion­es de estas democracia­s circenses. No les ha bastado dejar el Estado saqueado y en ruinas; con robarnos el porvenir sagrado de nuestros hijos, no les sacia la penuria, la estafa, el dolor y la riqueza indecente.

¡Nos creen vacas lecheras!, que nos ordeñan a diario con políticas económicas estructura­das, en redes para corromper el erario público, encima nos insultan nuestra inteligenc­ia en sus debates pobres, con poca argumentac­ión sustancial y sus posturas tan endebles. Y es que el maleducado también se negocia en este país, se vende a destajo y es más cara que la verdad, aunque esta muchas veces sea escasa. La verdad no es negocio para nadie que se pare frente al pedestal de la política nacional. Para ello, se trafica con las opiniones oportunist­as, comprar barato la miseria, venderla carísima, envuelta en chuscos de bufones bien pagados a cambio de un circo demagógico, populista y humillante. Y que me hace evocar muchas veces aquel mito del gran filósofo ateniense que lleva por nombre el mito a la caverna que solo nos hacen ver sombras para mantenerno­s apacibles mientras ellos hacen de la suya. Y es que al pueblo, esa masa inmóvil, no le asusta los millones perdidos día con día en las bolsas de los corruptos. Pero, si hay circo, los atropella la euforia de los gritos desaforado­s para animar la payasada diaria. Aplaudir el léxico repugnante de los comensales que se hartan la vaca entera de la nación.

Mientras haya un tropel de vacas sagradas de la opinión pública que decreten cuáles son las necesidade­s del vulgo, no habrá quien reclame sus derechos económicos, sociales, culturales, políticos, ambientale­s ni educativos. Porque el bramido político en estas tierras es más pujante que la protesta social.

El debate nacional también debe ser depurado, con hombres y mujeres de cambio social, que no acepten migajas de prebendas y corruptela­s; hay que repensar la cultura política, hacer una cruda reflexión acerca del papel de los pseudointe­lectuales, del imaginario de la sociedad hondureña y sus múltiples y continuas rupturas del Estado de derecho, que nos den una luz en este patíbulo que requiere cambios y evolucione­s en la estética y una dialéctica abierta para aproximarn­os a la comprensió­n de la política contemporá­nea, con capacidad de juicio. Queremos la recuperaci­ón de orientador­es del pensamient­o, que conformen un camino que nos pueda ser reducido a las lógicas del antagonism­o decadente, queremos intelectua­les que vayan más allá del desafío de pensar para desentraña­r los entresijos del país y plantear un nuevo statu quo. Así como le sucedió a Matasiete en aquel libro del gran escritor romántico argentino Esteban Echeverría, que decía “primero degollarme que desnudarme, infame canalla”... Igualmente, pareciese que estamos condenados a no ver el foco de la iluminació­n que va a estar en el matadero por siempre si no luchamos por tener funcionari­os honestos. Y, “las vacas eruditas”, esas deberían pasar por la carnicería de la historia

La verdad no es negocio para nadie que se pare frente al pedestal de la política nacional”.

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