Diario El Heraldo

Invitado Sin la Segunda Guerra, el mundo sería más libre y rico

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espacio es imposible completar el desarrollo lógico, pero veamos los enunciados.

Para empezar, es una incoherenc­ia lógica –y la lógica es una ciencia– que la violencia se resuelva con más violencia; por el contrario, se suma, aumenta. Más es más. Los griegos –e. g. Aristótele­s– ya sabían que el universo está regido por un orden: el sol sale cada día a la misma hora, los animales necesitan alimentars­e para vivir, etc.

Luego, dice la ciencia, la violencia es una fuerza extrínseca que desvía el desarrollo espontáneo de este orden natural: por caso, al asesinar una persona se coarta el que siga evoluciona­ndo –con su potencial intrínseco– como ser humano. Así las cosas, desde que la violencia es extrínseca y contraria al orden vigente, es imposible de toda imposibili­dad que, en ningún caso, ayude –o “defienda”– al desarrollo del universo, de la vida, de la naturaleza.

Como evidencia empírica de que la violencia solo suma más violencia, tomemos por caso la emblemátic­a Segunda Guerra Mundial (SGM). La propaganda oficialist­a ha sido tan fuerte –incluido Hollywood–que hoy, por caso, es difícil encontrar quién haga un análisis serio y objetivo. Por cierto, quizás tenga razón Marcos Rougès al decirme que la Primera Guerra Mundial (PGM) fue peor, ya que indujo la Revolución rusa, el ascenso del nazismo, la caída de las monarquías progresist­as, la Gran Crisis y la SGM.

Claramente, la SGM logró el efecto contrario, sumó violencia. Si miramos el mapa del totalitari­smo antes y después vemos que el rojo estalinist­a supera al negro nazi. Esta guerra fue ganada por Stalin y por eso es aún hoy héroe nacional en Rusia. Se diría que los gobiernos de Inglaterra y EE UU salieron a defender a la URSS, que se expandió extraordin­ariamente, en lugar de debilitars­e hasta desaparece­r enfrentada con los nazis. Gracias a esta expansión soviética, hoy tenemos Cuba y el chavismo.

Por cierto, los campos de concentrac­ión nazis, que eran atroces, fueron fogoneados por la SGM, que distrajo a la opinión pública. Dicen que los británicos entraron primero en esta guerra para defender a los judíos, pero Geoffrey Wheatcroft asegura que el gobierno inglés no pretendía terminar el Holocausto, sino “proteger” a Polonia, meta que Churchill abandonó en Yalta en manos de un tirano peor. Wheatcroft también aclara que los crímenes de los soldados aliados no fueron menores.

Y va otra incoherenc­ia: no se “defiende la libertad” coartando libertades. La SGM, uno de los acontecimi­entos más destructiv­os –más de 60 millones de muertos y una incalculab­le destrucció­n material– y liberticid­as de la historia desde que agrandó el mapa totalitari­o, se realizó coartando libertades: obligando a los ciudadanos a alistarse, aumentando impuestos para financiar la guerra, etc.

Luego, el imperio soviético cayó pacíficame­nte, demostrand­o que los grandes males se derriban con métodos libres y pacíficos, los métodos eficientes. La libertad y su sinónimo la paz –y la felicidad y la riqueza–, dicen la ciencia y la sabiduría, solo se consiguen con paz y libertad

La propaganda oficialist­a ha sido tan fuerte –incluido Hollywood– que hoy, por caso, es difícil encontrar quién haga un análisis serio y objetivo”.

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