Marxismo Doscientos años de Marx
darse cuenta, es prisionero de una fe ciega, religiosa, en la confianza casi absoluta en un “sistema científico” que busca predecir la evolución social. Reduccionista en su visión sobre el hombre, contemplado solo como instrumento de producción económica. También en el planteamiento determinista de la historia, que elimina de tajo la libertad. Su utópica sociedad sin clases desconoce la naturaleza desigual del hombre. El ideal de igualdad propuesta por él es usado de parapeto para justificar la violenta lucha de clases que instrumentalizan a la persona y la subordinan a los intereses de grupo. Esa visión colectivista, que etiqueta a los individuos a conveniencia y los ubica en categorías económicas artificiales como proletariado o burguesía, se convirtió en parte de experimentos llevados a la práctica en muchos países. Estrategia clara de manipulación y control.
Con la caída del muro de Berlín en 1989, muchos, para intentar mantener la vigencia del marxismo, adujeron que el colapso se debió al error en la aplicación de los postulados de Marx. Sin embargo, con la ventaja de contemplar los hechos de más de un siglo, puedo decir –me respalda una abundante bibliografíaque los excesos o defectos de los archipiélagos Gulag, por ejemplo, fue debido no solo a la práctica sino también a errores de fondo en la teoría.
Esto lo entendieron también muchos neomarxistas que cambiaron la trinchera de la lucha violenta, perdida sin remedio, a otra trasladada al campo de la cultura.
Gramsci entendió hace muchos años que el dominio del mundo se libraría ahora en el campo de las ideas. En primer lugar, pervirtiendo el uso del lenguaje convirtiéndolo en instrumento de ideologización. Cambiar el significado de las palabras permitiría expresar conceptos diferentes. Conceptos como pueblo, tolerancia, democracia, género o derechos se emplearon en discursos retóricos para adormecer, un nuevo opio, las conciencias. Muchas de las universidades y centros de enseñanza fueron seducidos por teorías derivadas del marxismo y lanzadas a granel y así socavar las opiniones contribuyendo a debilitar lo que hoy llamamos democracia.
Los intelectuales socialistas se dieron a la tarea de presentar un discurso más adecuado al mundo moderno. Dirigieron una ofensiva, bien estructurada, en contra de instituciones que les podían ofrecer resistencia, por ejemplo la Iglesia o la familia. Los nuevos marxistas sentaron las bases para desheredar a las nuevas generaciones de los valores tradicionales y engendrar la aparición de un nuevo tirano que establecería las reglas de lo políticamente correcto. Según estas leyes implacables, se descalificaría como intolerante o fundamentalista al que se atreviera a formar su propio criterio y a tener la valentía de expresar sus ideas disidentes. Democracia sería en esta nueva dinámica moverse de acuerdo con el dictado de las mayorías. La opinión pública, moldeada y conducida por expertos en repetir eslóganes, se convertiría ahora en el “partido” que dictaría las reglas de lo que es correcto decir o no, hacer o dejar de hacer. Entender el legado de Marx y su evolución es indispensable para ser conscientes de muchos fenómenos sociales de hoy en día. Escapar de las categorías marxistas de control y dominación requiere el compromiso con la verdad y forjarse criterios propios mediante el estudio. Ir contracorriente cuando haga falta y tener la valentía de disentir, de forma respetuosa, son quizá las mejores formas de revertir una triste herencia
Fue el primero en conjugar elementos económicos, sociológicos y filosóficos buscando una explicación científica de la sociedad”.
“Su utópica sociedad sin clases desconoce la naturaleza desigual del hombre”.