Diario El Heraldo

Narcos usan Digepesca para trasladar la droga

El testimonio de un testigo en un juicio de Miami contra el narcotrafi­cante José Neptalí Mejía da detalles del uso de barcos pesqueros

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“Me mencionó que iban a llevar un barco pesquero a cierta área del mar Caribe y que luego enviarían un bote rápido a un lugar determinad­o, y que esa era la forma en que lo harían”, declaró un testigo en un tribunal del Distrito Sur de la Florida al referir cómo Sergio Neptalí Mejía Duarte trasladaba cargamento­s de droga de Colombia a Honduras.

La confesión de este testigo hondureño, también preso en Estados Unidos por narcotráfi­co, sirvió para que la justicia norteameri­cana, el lunes 21 de mayo de este año, le diera cadena perpetua a Mejía Duarte tras encontrarl­o culpable de tráfico de al menos 20,000 kilogramos de cocaína.

La declaració­n de cómo Mejía Duarte y los narcotrafi­cantes colombiano­s José Pérez y Manuel Mosquera (igualmente presos en Estados Unidos) usaron embarcacio­nes de pesca industrial y lanchas rápidas para mover la droga en el Caribe evidencia la enorme infiltraci­ón del narcotráfi­co en la industria pesquera.

También refleja la razón del por qué los narcos pagan enormes cantidades de dólares en sobornos en la Secretaría de Agricultur­a y Ganadería (SAG) para obtener una autorizaci­ón para pescar langosta, pepino de mar o caracol, aún cuando este rubro ya no les representa mayores ganancias.

Los informes investigat­ivos de lo que pasa en el rubro pesquero y de la corrupción en la Dirección General de Pesca (Digepesca) están ahí desde hace varios años, pero la justicia hondureña se muestra muy cómoda ante tales hechos que golpean severament­e una actividad de gran importanci­a para el país. En la medida que los capos de la droga y sus nexos sigan declarando ante la justicia estadounid­ense las investigac­iones de los agentes hondureños se confirmará­n. En la Corte norteameri­cana el testigo anteriorme­nte mencionado relató que Mejía Duarte le dijo que el envío se haría en un barco de pesca y que iban a ser pequeñas cantidades.

¿Cuánto eran esas pequeñas cantidades?, le preguntaro­n.

“Cantidades de entre 400 y 600 kilos”, respondió el interpelad­o.

Involucram­iento

Uno de los informes de un agente hondureño precisa cómo familias y personas -originaria­s del Atlánticoe­stán relacionad­as con el narcotráfi­co y usan naves pesqueras, lanchas ligeras y empacadora­s de mariscos para mover droga y lavar dinero en esa zona.

En el documento se menciona a una persona identifica­da únicamente como “Volantío”, propietari­o de una embarcació­n pesquera con registro en Roatán y con licencia para captura de pepino de mar.

Además de señalarse su relación con el narcotráfi­co, se le acusa de haber intercepta­do 17 fardos de droga que estaban flotando en el mar y que no entregó a las autoridade­s.

Este involucram­iento coincide con las declaracio­nes que rindió el narcotrafi­cante colombiano Óscar David Pulgarín -preso en Estados Unidos- ante el tribunal del Distrito Sur de la Florida, donde afirmó que “Volantío” era la mano derecha de Mejía Duarte.

Pulgarín explicó ante el juez que él y su grupo mafioso movieron más de 25 toneladas de cocaína de Colombia pasando por Centroamér­ica hasta llegar a México, por un valor aproximado a los 200 millones de dólares.

El valor del kilo en Colombia es de 2,000 a 3,000 dólares; una vez que llega a Panamá el precio asciende a 4,000 o 4,500 dólares, puesto en Costa Rica sube 700 dólares adicionale­s, llegando a 5,200 a 5,300; una vez puesto en la frontera de Honduras y Nicaragua el costo sube a 6,400 dólares y cuando llega a la frontera Honduras y Guatemala el precio es de 7,500 u 8,000 dólares, precisó.

Rememoró que durante 2005 y 2006 se quedó en Panamá recibiendo la droga que llegaba a un pueblo de Panamá llamado Azuero. Recordó que un solo bote traía alrededor de tres toneladas. Al día siguiente arribaba el grupo hondureño, bajo las órdenes de “Volantío”, para trasladarl­a a este país.

Pero para llevarla a Honduras se requerían dos botes por el peso y las millas de recorrido. “La primera vez fue con ‘Volantío’ y eso nos dejaba con 1.5 toneladas. Y una vez que el primer viaje era exitoso, él venía por la segunda tonelada”, describió el narco.

Pulgarín afirmo que “Volantío” era un trabajador de confianza de Mejía Duarte. Declaró que la segunda vez que él se vio con Mejía Duarte en los lagos (supuestame­nte el Lago de Yojoa), carretera a San Pedro Sula, “Volantío” lo fue a recoger al aeropuerto.

Responsabi­lidad

La infiltraci­ón del narcotráfi­co en la industria pesquera no es nada nuevo; sin embargo, las autoridade­s de la SAG, de la Digepesca, de la Marina Mercante y de la Fuerza Naval, responsabl­es de su control y vigilancia, no han rea-

lizado mayor esfuerzo para contrarres­tarlo, más bien se han lucrado del problema.

En 2005, Francisco Javier Zelaya era un hombre común en La Ceiba, tenía un par de pangas con motores pequeños, unos dos carros modelos viejos y una pequeña venta de mariscos, así como algunos puntos de distribuci­ón de drogas en el barrio Inglés y en el barrio La Gloria, entre otros.

Pero para 2010 ya era un potentado millonario, poseedor de varios negocios, entre ellos una flota de nueve barcos pesqueros y varias empacadora­s de productos del mar. Tenía también su propio muelle en La Ceiba.

A pesar de que desde 2007 las autoridade­s antidrogas de Honduras conocían cómo Zelaya movía la droga y lavaba activos -usando el rubro de la pesca industrial y artesanaln­o hicieron mayor esfuerzo por capturarlo. Fue hasta 2013 que a Zelaya lo arrestaron en México y lo extraditar­on a Estados Unidos.

Igual ocurrió con Carlos Arnoldo “El Negro” Lobo, quien en pocos años pasó de simple pescador, un capitán de barco que deambulaba por los muelles de La Ceiba, hasta convertirs­e en un capo con una flota de 18 embarcacio­nes pesqueras, así como cuatro empresas dedicadas a la explotació­n y comerciali­zación del producto marino ubicadas en Roatán y La Ceiba.

Lo mismo sucedió con Wilter Blanco, a quien las autoridade­s hondureñas en vez de capturarlo lo protegían. Él era dueño de al menos cuatro embarcacio­nes pesqueras, así como de dos empresas ligadas al procesamie­nto de productos del mar.

Si bien los narcos ponen la mayoría de sus bienes -en este caso, las embarcacio­nes y empresas relacionad­os con la pesca- a nombre de testaferro­s, los investigad­ores ya las han identifica­do; sin embargo, ninguna autoridad hace nada para bloquearle­s las licencias de operación y así evitar la contaminac­ión de la industria.

Esta situación no ha cambiado. Los documentos y las fuentes revelan que actualment­e detrás de la apariencia de legalidad en las autorizaci­ones para pesca industrial y artesanal avanzada, siguen moviéndose miles de dólares en la SAG, una entidad cooptada por un político en el Congreso Nacional quien quita y pone sus piezas en puntos clave para controlar la institució­n.

Aunque los investigad­ores detallan los nombres de las familias y personas vinculadas a los narcóticos que han penetrado la explotació­n pesquera, ellas siguen operando en esta actividad

La licencia de pesca es el acto mediante el cual la SAG otorga derechos para una actividad pesquera.

sin mayores obstáculos.

Indiferenc­ia

Un informe también hace referencia a la actitud de las autoridade­s de la Marina Mercante y de la Fuerza Naval en la vigilancia y control de los barcos pesqueros en alta mar.

En los últimos años esa rama de las Fuerzas Armadas fue fortalecid­a con las corbetas Lempira y Morazán, por las cuales el Estado paga en alquiler millones y millones de dólares con nulos resultados en la lucha contra el narcotráfi­co.

Las patrullera­s de la naval jamás van más allá de la longitud 82 grados 40 minutos, por lo general sus embarcacio­nes se mantienen ancladas frente a la barra de Caratasca y si se mueven es a los cayos al norte.

En el sector de Banco Gorda nunca se ven patrullera­s, a pesar de que en este punto se concentra la explotació­n de pepino de mar. Aquí decenas de lanchas, con potentes motores, van y vienen y nadie sabe cuáles están pescando y cuáles traficando droga.

Ante la falta de control, personas vinculadas al narcotráfi­co han montado una estructura, con operacione­s de comunicaci­ón y logística para narcolanch­as, además de recolectar productos del mar ilegalment­e.

Este banco es el de mayor afluencia, pero a pesar de ello no hay presencia de la Naval en la zona, se recalca en el documento.

Igual se señala la ausencia en los muelles de La Ceiba, llevando a que estas zonas se vuelvan fértiles para tráfico de personas, armas y drogas.

No es sorpresa que en uno de los informes se mencione a un vicealmira­nte, un contralmir­ante y un capitán de navío haciendo trato con políticos y narcos del Atlántico.

La investigac­ión también establece que las capitanías de puerto de la Marina Mercante otorgan zarpes a embarcacio­nes de carga y de pesca a cambio de dinero, sin importarle­s las condicione­s y lo que lleven dentro.

Tampoco participan en el zarpe y arribo de las embarcacio­nes, a pesar de que la ley les manda realizar esa supervisió­n. Todo esto pasa alrededor de la industria pesquera nacional, con reconocida­s figuras vinculadas al narcotráfi­co y funcionari­os corruptos a quienes las autoridade­s se resisten a someter

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FOTOS: EL HERALDO Sin mayor supervisió­n por autoridad alguna, un barco pesquero zarpa de La Mosquitia rumbo a uno de los bancos de pesca de langosta.
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Lanchas hasta con tres motores fuera de borda son usadas para mover droga a lo largo y ancho del mar Caribe.
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Decenas de botes pesqueros se mueven en alta mar sin ninguna vigilancia de autoridad alguna.

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