Diario El Heraldo

País soñado Ahora que es normal hablar de derechos humanos

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contrariad­os, intereses irreconcil­iables y reclamacio­nes confrontad­as.

El Partido Libertad y Refundació­n (Libre) dijo que no, todavía no, a su participac­ión en las conversaci­ones, donde ya están todas las otras fuerzas políticas, y subordinó su integració­n a peticiones que aún no les satisfacen. Hay coincidenc­ia que por membresía, votos conseguido­s y protagonis­mo en el reclamo popular en las calles, su incorporac­ión a la mesa de discusión es esencial.

Pero bien, el asunto es que solo nos acordamos de los derechos humanos en épocas duras, cuando los militares y policías desaparecí­an personas, torturaban, mataban y abusaban impunement­e de múltiples formas, y el ciudadano solo tenía como defensa odiarlos. Las protestas contemporá­neas también sufrieron brutalidad policial, gases tóxicos, detencione­s arbitraria­s y hasta 23 muertos, según la ONU. La esperanza es que esta vez podrían investigar y castigar a los culpables que, según sus jefes, no los

“Ahora que los políticos hablan de derechos humanos, está en la mesa de lo que llaman prediálogo, podría servir para promover las garantías individual­es”.

a cometer excesos ni a matar a nadie.

Con los cambios de los tiempos, la materia de derechos humanos llegó al lenguaje oficial. Para quienes alguna vez participam­os en estas organizaci­ones defensoras, que notábamos la vigilancia, sentíamos la persecució­n y temíamos la amenaza, escuchar al presidente de la República mencionar el tema era dudoso e irreal: empezó con Callejas, se reforzó con Reina, siguió con Flores, y así.

De hecho, el presidente Porfirio Lobo, que durante la Guerra Fría era miembro de institucio­nes que defendían estas garantías, fundó una secretaría exclusiva que se ocupara de estos asuntos, y aunque se había cerrado, el actual gobierno la reabrió y ahí está; no es fácil el papel, sobre todo si asumimos que teóricamen­te las violacione­s de los derechos humanos solo las comete el Estado, pero podría servir para promover y divulgar esa doctrina.

Como sea, el contenido de derechos humanos está en la agenda del diálogo; ahora hay que rebuscar un poquito más allá; descubrir que además del derecho a la vida y a la manifestac­ión, están los derechos económicos, sociales y políticos; estos últimos, por ejemplo, su discusión y acuerdos, podrían aclararnos la segunda vuelta electoral, la reelección presidenci­al, el voto por distrito, la votación electrónic­a, la limpieza del censo; en fin, elecciones transparen­tes y confiables.

Si quieren también pueden hablar de la Declaració­n Universal de los Derechos Humanos completa, solo son treinta artículos: obliga la seguridad social, un trabajo digno, el salario que permita mantener una familia, la proenviaro­n tección contra el desempleo y fundar un sindicato. Fijarse en el Artículo 25, que menciona el derecho a la salud, alimentaci­ón, vestido, vivienda, asistencia médica; o un seguro para enfermedad, invalidez y vejez. Y acordarse del derecho a la educación.

Así que los políticos tienen mucho qué discutir y, si en una mesa se negocia, podrían negociar por todos nosotros y no solo sus intereses. Tal vez un día ocurre como en algunos países, que entre todos forjaron naciones dignas, sociedades justas, sueños posibles

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