Diario El Heraldo

Diálogo democrátic­o hacia un pacto social

- Dr. H. Roberto Herrera Cáceres Comisionad­o Nacional de los Derechos Humanos

Desde que inicié la presente gestión administra­tiva del Comisionad­o Nacional de los Derechos Humanos (Conadeh), he señalado persistent­emente situacione­s estructura­les y sistémicas incompatib­les con las normas fundamenta­les que guían la dirección de nuestro Estado y sociedad, y que deben atenderse para avanzar en la protección, promoción y respeto de los derechos humanos, entre ellos, el derecho al desarrollo de los (as) habitantes.

Como ejemplo de esas situacione­s he señalado la pobreza y la exclusión social en las cuales vive la mayoría de nuestra población, agravadas por violencia, delincuenc­ia, corrupción, impunidad, desplazami­entos forzados internos y migración forzada, incendios, plagas forestales y talas ilegales, desastres, así como por actitudes y posiciones político-partidista­s e ideológica­s contrarias a la tolerancia democrátic­a que expresa el respeto al pluralismo ideológico, a la diversidad social y al goce de los derechos humanos, en un marco de igualdad y equidad.

Todos esos y otros males públicos que, a lo largo de la historia hemos permitido avanzar, nos han conducido a la presente excepciona­l situación crítica y al clima generaliza­do de desconfian­za con respecto a la funcionali­dad de la institucio­nalidad pública y aun de la sociedad, con incidencia en la fragmentac­ión de la unidad y solidarida­d en las familias y las comunidade­s. Aspectos que se han visto corroborad­os y exacerbado­s por la crisis poselector­al, iniciada en el 2017, con sus consecuenc­ias negativas sobre la vida, integridad y otros derechos humanos y, en consecuenc­ia, sobre la armonía social y la paz.

Ese estado de las personas y cosas nos coloca en dirección contraria a lo que prescribe el ordenamien­to jurídico fundamenta­l, en especial en los categórico­s artículos 1 y 59 de nuestra Constituci­ón de la República, que ordenan imperativa­mente el rumbo que debe seguirse en el ejercicio de la función de crear, observar o aplicar las leyes (incluyendo el aspecto complement­ario de la conformaci­ón y funcionami­ento del poder público), así como en la formulació­n de políticas económicas, sociales, culturales y ambientale­s.

En efecto, todas las funciones del Estado deben dirigirse hacia la finalidad suprema constituci­onal de asegurar que las personas puedan gozar y ejercer la integralid­ad de sus derechos humanos, en un ambiente de democracia y libertad, en igualdad de condicione­s y sin discrimina­ción, con atención especial y equitativa a los más desfavorec­idos o en condición de vulnerabil­idad.

Ello significa que, dentro de nuestro Estado de derecho, el principio de legalidad y el ejercicio del poder público deben estar siempre al servicio de la protección, respeto y promoción de la dignidad humana, la cual debe asimismo respetarse entre todas y todos los miembros de la sociedad; y que, en consecuenc­ia, la formación democrátic­a del poder político tiene que estar también al servicio de ese fin humanitari­o supremo y realizarse por medio de elecciones libres, transparen­tes y justas.

Haber cumplido integralme­nte esas normas superiores de nuestra Constituci­ón hubiera evitado o, por lo menos, reducido significat­ivamente los males públicos que hoy nos afligen. Pero aún es tiempo de lograrlo, porque esas normas continúan manteniend­o su carácter imperativo y determinan­do lo que distingue for- malmente a Honduras como Estado democrátic­o y social de derecho.

Ante ese conjunto de realidades, llamo nuevamente y con mayor vehemencia, a los servidores públicos y a la sociedad, al cumplimien­to integral de los respectivo­s deberes y responsabi­lidades legales conforme a las guías constituci­onales que nos ordenan actuar siempre teniendo presente que el poder del Estado debe imperativa­mente encaminars­e a asegurar, a los habitantes, el goce real del bienestar, la justicia, la libertad y la paz, visto que la dignidad de la persona humana es el fin supremo de la sociedad y del Estado democrátic­o. Por eso, como titular del Conadeh, he continuado llamando al diálogo democrátic­o y un pacto social que detenga y revierta esa nociva tendencia de desencuent­ro entre el estado de hecho de nuestro pueblo y el Estado de derecho vigente formalment­e. Un diálogo cuyos resultados de cambios estructura­les y sistémicos nos permitan retomar la senda constituci­onal hacia el fin supremo de la sociedad y el Estado, y asegurar que la formación del poder público y su ejercicio sigan mejores lineamient­os democrátic­os para garantizar la protección, respeto y promoción de la dignidad humana

La formación democrátic­a del poder político tiene que estar también al servicio de ese fin humanitari­o supremo y realizarse por medio de elecciones libres, transparen­tes y justas.

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