Diario El Heraldo

“El estudio es el mejor legado que dejo para mis hijos”

Amor Para doña María Silvia Estrada Pineda, el ser madre soltera la ha obligado a esforzarse el doble para sacar adelante a sus cuatros hijos varones, quienes después de años de lucha honran a su madre siendo destacados estudiante­s y mostrando sus valores

- CHOLUTECA El Heraldo gissela.rodriguez@elheraldo.hn

El orgullo que doña María Silvia Estrada Pineda siente por sus cuatro hijos varones es tan inmenso que con solo pensar en ellos el tono de su voz cambia y sus ojos brillan de emoción.

“Usted no se imagina lo que para mí significa hablar de mis muchachos, ellos son el motor de mi vida”, desvela la madre de familia.

Con apenas 20 años, doña Silvia se convirtió en madre de Carlos Enrique Villalobos y dos años después ya era madre de tres pequeños varones. A Carlos Enrique le hicieron compañía Roberto José y Miguel Ángel.

Durante sus primeros años de casada, su relación fue estable, pero al recibir la noticia de que pronto nacería Hugo Daniel, su pareja la abandonó y se negó a reconocerl­o.

“Mi hijo mayor apenas tenía tres años cuanto su padre nos abandonó y mi último muchacho ni siquiera había nacido, por lo que no conoció a su padre”, recuerda la señora, mientras su voz se entrecorta.

La decisión tomada por el padre de sus vástagos, lejos de debilitarl­a, le dio el valor necesario para buscar la manera de sacar adelante a sus cuatro varoncitos y encontró en la elaboració­n de tortillas la salida a sus problemas.

“Al inicio era difícil para mí, porque solo contaba con el apoyo de mi madre, pero cuando ellos fueron creciendo me facilitaro­n las cosas”, recordó con nostalgia la señora.

Esfuerzo

Cada día de la semana, Silvia se levantaba a las 3:00 AM para preparar el maíz,

ir al molino y regresar a moler a su casa para luego de algunas horas alistar a sus hijos para que fuesen a la escuela y luego ayudaran en los quehaceres de la vivienda.

Las extensas jornadas de trabajo a las que, por más de dos décadas, se ha expuesto doña Silvia le permitían adquirir entre 200 y 300 lempiras diarios, fondos que tenía que dividir para la alimentaci­ón, vestuario y educación de sus hijos.

Todos esos años de trabajo terminaron por cobrarle factura, cuando tuvo que ser hospitaliz­ada y operada a causa de diversos problemas médicos, entre ellos daños en la vesícula.

Con lágrimas en sus ojos reconoce que “no ha sido fácil, pero Dios me sigue dando la fuerza para continuar luchando por mis muchachos”, dice la dama.

El esfuerzo y la dedicación de doña Silvia han rendido los frutos deseados en sus hi- jos, quienes han honrado los sacrificio­s de su madre y han aprovechad­o la educación, consejos y los valores que les ha inculcado.

El primogénit­o de doña Silvia, Carlos Enrique, decidió que dedicaría su vida al sacerdocio y está a dos años de cumplirlo. Roberto José se graduó el año anterior de Bachillera­to en Computació­n y actualment­e se desempeña como supervisor en un supermerca­do en donde le han ofrecido la oportunida­d de que siga estudiando.

Los dos más pequeños, Miguel Ángel y Hugo Daniel, estudian el tercero y segundo año de Bachillera­to en Finanzas, alternando sus tiempos libres con sus respectivo­s trabajos.

“Yo les recalco a mis hijos que el estudio es el mejor legado que como madre les puedo dejar a ellos y por eso siempre los estoy alentando para que sigan formándose, pese a que yo solo llegué a cursar el sexto grado”, menciona la señora.

Estrada no pierde la oportunida­d y le dice a las madres hondureñas que nunca se cansen de luchar por sus hijos

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