Diario El Heraldo

Destinos La vieja Posada de Belén de 145 años de existencia

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Es de noche en el corazón de Guate. A lo lejos se escucha el trote disimulado de unos caballos propiedad de don Arquímedes que finalmente entrarán al patio de esta casona a beber agua; en el arriate la escarcha hace juego con el color del sombrero de aquel personaje que ha llegado a pedir posada.

Hace algunos 50 años que se extinguió la Colonia y segurament­e algún día a esta parte de Ciudad de Guatemala le llamarán la Zona 1. Y será la 13 calle. Y habrá un hotel al que conocerán como Posada Belén. Claro que sí.

Es 1873 y el frío penetra en los huesos como ungüento de alcanfor. Por ahora es una casa de huéspedes que tiene forma de finca pequeña, con una capilla en el fondo. Hasta que llegue la familia Sanchinell­i, de origen italiano, y divida los cuartos. Eso será un siglo después.

Un rincón colonial en la capital

Preocupada­s por la falta de hospedajes en la Zona 1, las autoridade­s del Instituto Guatemalte­co de Turismo les piden a los habitantes del sector que se metan al negocio de la hostelería. Estamos ya en 1972 y aquel hostal donde pasaban la noche campesinos viajeros de la región se ha transforma­do en un hotel de 10 habitacion­es que no pierde su espíritu colonial para servir en bandeja de plata las comodidade­s que exige la modernidad.

Cuarenta y seis años después doña Francesca Sanchinell­i es la persona que da el “buenos días” en el idioma del huésped para entregar inmediatam­ente una de las 10 llaves -de esas antiguas, forjadas en hierro- de un hotel que también es museo. Huele a historia en el lugar. Y hasta se puede imaginar a aquel campesino Arquímedes de botas y sombrero entrando con su caballo en el siglo XVII. O se puede recrear el murmullo de los acólitos en el oratorio privado que colinda con la ficción.

“En un inicio era casa de familia, de puro adobe. Pero cuando mi suegra (María Pilón viuda de Milla) la compró ya era casa de huéspedes”, recuerda doña Francesca Sanchinell­i, una mujer de palabra pausada, clara, de buena memoria. “Luego dividió cada habitación grande en dos cuartos pequeños y ahí ya le metió partes de ladrillo. En ese momento se fundó el hotel como tal, como se conoce hoy en día”, sigue trayendo imágenes a su mente, mientras coge unas artesanías que adornan unas estantería­s y explica su origen. “Las personas que las trabajan son de un pueblo que se llama Nahualá, cerca del Lago de Atitlán”.

Estamos en el centro histórico de Ciudad de Guatemala y cualquier remiendo o modificaci­ón que se quiera hacer ocupa obligatori­amente el visto bueno de la Municipali­dad de Guatemala. Hay cosas imposibles, como meter los calentador­es a los baños o remodelar los pasillos; de cualquier manera el hotel Posada Belén no deja de recibir visitantes, sobre todo en Semana Santa, cuando se convierte en un perfecto palco de honor para ver en primera persona las procesione­s que recuerdan

los últimos días de Jesús.

No por nada su nombre es un homenaje a las madres betlemitas que se congregaba­n en un convento que giraba alrededor del Posada Belén y que se conectaba con la iglesia Beatas de Belén por medio de un túnel ahora cerrado. Todo está interrelac­ionado: cerca del hotel, en la novena avenida y 14 calle, sigue funcionand­o el legendario Instituto de Señoritas Belén, que mira silenciosa­mente cuando llegan sobre todo grupos grandes que alquilan y ocupan las 24 plazas disponible­s del edificio propiedad de los Sanchinell­i.

“Ha venido gente de todo el mundo, pero de las más raras visitas ha sido la de una esquimal que se quedó acá por varios días; luego viene más que todo el turista norteameri­cano, el alemán, holandés, español, francés e italiano”, explica doña Francesca antes de tocar una mesa de caoba, la más vieja del lugar, que casi cobra vida junto a unos roperos de fachada antigua empotrados en el piso de una de las pocas habitacion­es que todavía conserva el ladrillo original del siglo XVII. Es todo un espectácul­o ver la forma en que la dueña camina casi levitando para evitar un daño irreversib­le.

Son las 7:45 de la noche y esta vez apenas hay dos cuartos habitados. Sobra el silencio. Pero se acaba la renta y el check out espera bien de madrugada. ¡Aguarden! Hay una última historia. “Cuando estaban restaurand­o el piso de la cocina se encontró una cruz con unos símbolos raros que hasta hoy no se han descifrado”, termina de contar doña Francesca.

Sí. Se escucha el trotar perezoso de aquellos caballos del siglo XVII. También hace frío. La Posada Belén no tiene ganas de dormir…

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 ??  ?? El hotel está lleno de artesanías y pinturas únicas, debidament­e registrada­s en el Inventario de la Cultura.
El hotel está lleno de artesanías y pinturas únicas, debidament­e registrada­s en el Inventario de la Cultura.
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Cada rincón del hotelmuseo es una invitación abierta para adentrarse a su historia de antaño.
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 ??  ?? Esta panorámica muestra la fachada del hotel, la misma desde hace 145 años. El ambiente colonial, la tranquilid­ad y la privacidad son excelentes, algo que supera las expectativ­as de los huéspedes.
Esta panorámica muestra la fachada del hotel, la misma desde hace 145 años. El ambiente colonial, la tranquilid­ad y la privacidad son excelentes, algo que supera las expectativ­as de los huéspedes.
 ??  ?? Con caja fuerte Los roperos antiguos empotrados en el piso de las habitacion­es que todavía conservan el ladrillo del siglo XVII.
Con caja fuerte Los roperos antiguos empotrados en el piso de las habitacion­es que todavía conservan el ladrillo del siglo XVII.
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