Los puntos sobre las íes Los que son de muchos lugares
la noticia de un compatriota haciendo muy bien las cosas en el extranjero a nivel a académico o profesional es normal sentirse muy orgulloso, pues alguien cercano a nosotros, porque un compatriota lo sentimos siempre como un cercano, está alcanzando cosas importantes. De alguna manera también nos gusta, porque nos ayuda a creer que también lo podemos conseguir.
Hasta cierto punto es natural que haya tantas historias de éxito fuera de las fronteras en un país en el que el fenómeno de la migración está marcado por situaciones particulares como la gran cantidad de familias honestas y trabajadoras que tienen que huir práctica- mente del país por el duro momento que vive.
Desde el punto de vista de la formalidad, a la pregunta del primer párrafo se puede responder que su pasaporte o el de sus padres dirá hasta el día en que mueran que son hondureños. Pero desde un punto de vista más práctico y a mi juicio, para muchos de ellos, los que salieron del país sin siquiera saber leer o sin siquiera articular con claridad sus palabras, esta, la tierra de Morazán y Lempira, ya no es su tierra.
No se juzgue ni a sus padres ni a ellos cuando al observar la bandera de la patria que los cobija y la bandera de la tierra donde nacieron, les mueva más en su interior la primera, quizá no mucho, quizá solo un poco más.
Quizá no han olvidado esta patria, simplemente reconocen que incluso en medio de realidades como la ilegalidad, la segregación y lo difícil que es adoptar una cultura, hubo tierras que le supieron dar lo que la suya les negó, sino a ellos, por lo menos a sus padres quienes sintieron que en su terruño ya no se podía más. A pesar de todo, la mayoría se refieren en los términos más afectuosos, amables y respetuosos a Honduras, aunque su nombre no deja de sonar desconocido en sus labios.
Ellos, todos estos hon- dureños no han hecho más que aprovechar las oportunidades que otro suelo les ha dado, lo han hecho por ellos mismos, por sus padres y muchas veces por enaltecer una bandera que no terminan de sentir propias.
Y, en conclusión, no deja de ser una muestra de en los hondureños, como en cada ser humano, existe la capacidad de hacer su labor con excelencia.
Quizá además de orgullo por nuestros compatriotas (de nuevo aparecen unas inciertas comillas) debamos sentir un poco de vergüenza. Vergüenza porque a veces tuvieron que arriesgar tanto para conseguir algo que sin problema debieron lograr en esta, su otra tierra
Hasta cierto punto es natural que haya tantas historias de éxito fuera de las fronteras en un país en el que el fenómeno de la migración está marcado por situaciones particulares”.