Diario El Heraldo

Pineda, una belleza oculta en Marales,

zona llena de encanto natural

- Edwin Ordóñez El Heraldo edwin.ordonez@elheraldo.hn

El ruido de tres quebradas con agua cristalina lo guiará por un camino solitario, lleno de árboles, cultivo de frijoles y maíz.

El aire rebota en el rostro mientras los pájaros cruzan a cada momento el enorme cielo azul y blanco.

Las hojas de los árboles del lugar, movidas por el aire, parece que le dieran la bienvenida a los nuevos visitantes, quienes deben caminar varios metros para al fin ver una vieja escuela construida de adobe y pintada con los colores de la Bandera Nacional. El centro educativo es una pequeña aula donde una maestra que hace el sacrificio a diario para cruzar el largo camino, les imparte el pan del saber a un pequeño grupo de niños.

Ella es la encargada de dividir el espacio para dar los seis años de primaria a los pequeños que viven en la comunidad llamada Pineda.

Pineda es un pequeño lugar que pertenece al municipio de Marales, en el departamen­to de Francisco Morazán, en la zona central de Honduras.

Este poblado es el hogar de siete familias hondureñas que crían ganado, trabajan la agricultur­a y cuidan de la zona. Ellos son los dueños de ese paraíso que se esconde a solo unos cuantos kilómetros del municipio de Sulaco, Yoro. Este poblado cubierto de mucha vegetación y rodeado de agua pura que nace en el cerro El Jicarito, brinda una tranquilid­ad cordial a su visitante. Al llegar a esta zona se percibe la presencia del aire purificado y el sonido de las aves que cantan al unísono. Los cientos de árboles alrededor de esta comunidad parecen una pintura creada por un artista, que seguro sería el lugar idóneo para que un director de cine filme una película, donde quedarán de testigos solo el ruido de la quebrada, el eco que desprende el bosque y el aire que susurra en los oídos de las personas. Pineda es un rincón de Honduras que pocos conocen, pero que muchos seguro quisieran experiment­ar. Sus árboles frutales se cargan a cada momento de zambos (butucos), aguacates, limones, matasanos, cocos, mangos, tamarindo, entre otras delicias que nos provee la naturaleza. Esta comunidad está adorna- da por un enorme y hermoso cerro conocido como El Jicarito, que es un lugar mágico rodeado de pinos, robles y árboles de mango y nances. Sí, de esos nances con sabor ácido que son utilizados para hacer deliciosos jugos.

Desde el inicio del angosto camino que va hacia esa belleza natural, cientos de esas pequeñas frutas amarillas interrumpe­n el camino, por lo que no puede dejar de agacharse y recoger las frutas. En la enorme colina, el sonido de una de las quebradas, junto con el cántico de los pájaros y el silencio, suena como música para los oídos.

La hierba sirve como un cómodo colchón para que las personas disfruten un momento bajo la sombra de los enormes pinos

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Los turistas visitan el cerro El Jicarito para disfrutar del aire puro.
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Los nances le dan un hermoso color amarillo al verde paisaje.
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La vista desde El Jicarito le mostrará la belleza natural de la zona.

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