Diario El Heraldo

El abogado Francisco Arturo Mejía fue socio por años del bufete de un conocido político cacho y, además, escrituró unos negocios y casas a una “respetable” mujer que lavó más de $12 millones en tierra de Donald Trump

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asesinos en serie, matanzas, vendettas. Equipos élite buscan aclararlos, pero alarma que ciertos temas pasaron al olvido, al baúl de don Julián y compañía.

Pastel

Entre esas unidades de pesquisas están la Dirección Policial de Investigac­ión (DPI), anexa a la Secretaría de Seguridad y la Agencia Técnica de Investigac­ión Criminal (ATIC), brazo de la Fiscalía. Auscultamo­s que tanto la DPI como la ATIC se “reparten” su labor en la búsqueda de fugitivos (narcos, gatilleros, corruptos y pandillero­s). Unos caen, la mayoría goza libre.

A Pacheco Tinoco le conocimos siendo capitán en el Primer Batallón de Comunicaci­ones, bajo el mando del coronel Ángel Castillo Maradiaga. Aunque lo perdimos de vista por buen tiempo, volvimos a verle hasta ser jefe de Inteligenc­ia del funesto régimen del dilecto Porfirio Lobo Sosa, quien nos dejó caos por doquier, un libertinaj­e nauseabund­o. ¡Qué injusticia! Su antecesor e íntimo, el también honorable Manuel Zelaya jamás se enteró del pulguero en su “gestión” porque con todo y sus cercanas pasó colgado de su cuarta urna. Ni él ni Lobo avistaron nunca avionetas cargadas de droga. Todos –hasta los del presente régimen– juran que no besaron narcos ni lavaron su dinero en actos de corrupción pública.

Políticos, empresario­s, hijos, hermanos han aceptado propuestas de capos. Chorro de muertos por todos los con- fines de la patria y aquí ningún corbatudo dice que tapó el tráfico de cocaína ayudado por Policías. Mataron al zar antidrogas Arístides González y a otros personajes ligados para extirpar el pus, mientras el gentío exige y exige sin poner el pecho.

Fresco

Por amor al dinero maldito del narcotráfi­co medio mundo se atonta en las mieles del poder. Los de abajo dejan ir porque al de arriba –según su turno– solo le interesa nomás su pureza, pero no la de la coca sino la de su fatuo honor. Si se condena a un narco, su cómplice gubernativ­o puede pasearse por un hemiciclo, o soñar ante la prensa y la opinión pública que es un acrisolado defensor de los entes anticorrup­ción. Es con vos amigo.

Vivos Por amor al dinero maldito medio mundo se atonta en el poder.

Aquellos que no hicieron nada en el pasado reciente critican que poco o nada se ha hecho para luchar contra el narcotráfi­co, la corrupción y que la criminalid­ad no se reduce como afirma la tutela de JOH. No obstante, sus regencias no valieron la extradició­n. Los capos, la pudrición estatal y la alta tasa de homicidios minaron sus jefaturas. Déjense de cuentos.

Estos flagelos no se cosen ni se retan con la boca. El problema es que seguimos dando atención y creyendo las ridículas mentiras de políticos bribones que se acostaron con Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera, con Los Cachiros, con los Valle, con “Don H”, con Wilter Blanco y con otro elenco de traficante­s de cocaína. ¿No supieron de ellos?

Recién se capturó a Nery Orlando López Sanabria, amigo de un puño de políticos que lo mimaban junto a uniformado­s. Era intocable hasta que hace dos semanas lo arrestaron en la costa norte junto a varios compinches. López Sanabria posó en un ataúd. Omar Acosta, uno de sus aleros, tomó fotos de su “cadáver”. De “premio”, Acosta fue al panteón.

Su “muerte” la rubricó un forense aún desconocid­o. En el Registro Nacional de las Personas (RNP) sale como “ciudadano difunto”. Policías con apego irrestrict­o a la ley lo apresaron en poder de armas, explosivos y casi 200 mil dólares. Tenía soplones por todos lados. Su reinado terminó. Va para Estados Unidos, pero los mandos siguen en deuda y en duda. Veremos si don Julián Pacheco y la ATIC actúan o se despiertan con una llamadita gringa

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