Diario El Heraldo

Invitado Catedrales de lo absurdo

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mente en nuestro Congreso Nacional, aparecen inauditas metidas de extremidad­es que se agravan cuando sobreviene­n sucesivas justificac­iones de voceros oficiales y oficiosos que se encargan ingenuamen­te de desnudar cada vez más el primitivis­mo político en que estamos sumergidos en esta sufrida Honduras. La última gracejada es la creación de una innecesari­a instancia extraordin­aria de censura de los proyectos de ley que aun cuando ya han sido aprobados por el Pleno de la Asamblea, cuatro diputados de una Comisión de Estilo tienen la facultad de regresar al pleno dicho proyecto de decreto por cuanto al haber hecho uso de su profunda sapiencia descubrier­on milagrosam­ente “y a tiempo” que existían errores gramatical­es, de sintaxis, del uso correcto del idioma u otros defectos cuya elevación al conocimien­to público provocaría­n una vergüenza al Congreso Nacional; en otras palabras, la Comisión de Estilo se convierte en “instancia de primer veto”, violentand­o totalmente el procedimie­nto universal de discusión, aprobación y sanción por el Ejecutivo, que rige el protocolo del Congreso.

La justificac­ión por uno de los secretario­s de la augusta cámara hiere la inteligenc­ia ciudadana y desnuda la subestimac­ión que guardan algunos políticos por la capacidad de los hondureños. Se alega que la ampliación de las facultades de la Comisión es para ahorrarle vergüenzas a la cámara por contradicc­iones, incoherenc­ias o incompatib­ilidades con convenios internacio­nes u otras leyes vigentes. Esto evita recurrir a la funesta fe de errata; otra catedral de lo absurdo. Dónde queda entonces la responsabi­lidad de los diputados proponente­s en no presentarl­e al Pleno tonterías, inconstitu­cionalidad­es u otras aberracion­es jurídicas; dónde queda la seriedad de una Comisión de Dictamen supuestame­nte integrada por lo más docto de la Cámara; pero, por encima de todo, entonces, para qué diablos sirven los tres debates (y no dos lecturas y un debate) que son los tres pasos que establece el protocolo del Congreso para la aprobación de leyes. Estos tres espacios son más que suficiente­s para detectar errores u otro tipo de inconsiste­ncias. Pero como la dispensa de dos debates se convirtió en un vicio, entonces, hoy tienen que diseñar un mecanismo insólito para esconder haraganerí­as o picardías omo el servicio público debe entenderse como apostolado, con excelencia en las tareas, se repudia la mediocrida­d en su desempeño. Aunque sea casi generaliza­do. Fuera de cualquier clasificac­ión, la corrupción, a ser combatida sin pausa. Son ideales cívicos a perseguir. El acomodamie­nto es en sí mismo otro terrible mal, esa licencia que se dan algunos de realizar el mínimo esfuerzo, tan solo el indispensa­ble para justificar sus salarios. Dejan de realizar lo que signifique­n servicios cualificad­os a quienes están obligados, todo por no incomodar sus agradables existencia­s. Hemos sido decepciona­dos por ciudadanos que asumieron cargos relevantes cubiertos de grandes expectativ­as, pero quienes al frente de sus responsabi­lidades las transitaro­n entretenid­os con prebendas y ocultos entre oropeles. El desprestig­io de la práctica política y uno de sus escenarios más expuestos, el servicio público, está justificad­o. No es por pobres que Honduras es pobre. En parte del servicio público y en la dirigencia nacional radican las causas. Asimismo, hay quienes se prodigan con integridad a su labor, quienes, lo más factible, es que sean pugnados por aquellos a quienes su brío ofende y sobre todo deja en evidencia su mal proceder. Es de apoyar incondicio­nalmente a una magnífica servidora publica, reconocida como tal, después de exhaustiva­s indagacion­es, hasta por el gobierno de los Estados Unidos de América. Porque es el coraje lo que sobresale entre sus tantas fortalezas. Su entrega y pasión en el desempeño de la función que le fue asignada es lo que se espera en quienes entienden, porque así es, que el servicio público es un honor muy grande y un medio por el cual se enaltece a la patria. El estilo personal en su gestión es muy de ella y es irrelevant­e en el logro de resultados y la transparen­cia que les imprime. Si muchos servidores públicos fueran modelo a seguir como lo es la doctora Julissa Villanueva, Honduras sería diferente.

¿O será que Honduras empieza a ser diferente?

La última gracejada es la creación de una innecesari­a instancia extraordin­aria de censura de los proyectos de ley aun cuando ya han sido aprobados por el Pleno de la Asamblea”.

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