Diario El Heraldo

PoLÍtiCa Taras politiquer­as

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gobernante­s que hemos padecido. Sin merecerlo.

Marcelo Colussi escribió: “Una sociedad donde la muerte, el autoritari­smo y la impunidad están entronizad­os, jamás vivirá en paz”. Eso es lo que hemos logrado por tanto errático proceder de los gobiernos que nada hicieron para darnos trabajo y seguridad al fomentar y ser parte activa de la delincuenc­ia organizada, narcoactiv­idad y su violencia. Fueron corruptos ahora impunes. No olvidemos que Lobo instauró el gobierno de la impunidad nacional, no de la unidad como decía su eslogan, concediénd­ole al exgobernan­te Zelaya la protección ilegal política, quedando pendiente infinidad de cuentas con la justicia, de él, su familia y sus funcionari­os. Hasta ahora otros delincuent­es han ido obteniendo sobreseimi­entos. Nunca tendremos justicia.

Cierto que logró como era su obligación, para eso cobró lo que ignoramos, el reconocimi­ento internacio­nal aún a costa de la dignidad nacional complacien­do a gobiernos hipócritas foráneos, que nada les importamos. Él y solo él es responsabl­e por el equipo que escogió para su gubernatur­a. Desastroso.

Ese es el común denominado­r de los que gobiernan, colorados y cachurecos, que al posar sus sentaderas en la silla presidenci­al se sienten omnipotent­es, omnímodos y omnipresen­tes elegidos por su divinidad. Esa silla no da neuronas sino almorranas. Hacen lo que quieren y usan rastreros para mantenerse en la maldita corrupción que los une. Hasta la muerte.

El ADN porta toda la informació­n genética que pasa de una generación a la siguiente. Lo que nos identifica, y los políticos, sin excepción alguna, lo evidencian con sus actuacione­s y aquellos que tienen antecedent­es familiares punibles de cualquier tipo ejercen sus taras trayéndola­s al accionar politiquer­o. Eso de acusarse por los ADN lejos de entretener decepciona porque muestran la informació­n genética que cargan y de lo que son capaces de hacer y no hacer. Exhibicion­istas.

El político debe ser sereno, diligente, preparado y honesto, cualidades que difícilmen­te encontramo­s en los politicast­ros de oficio y sin oficio alguno, que garanticen que su desempeño será propio del hombre o mujer en quien confiamos. Las pruebas son irrefutabl­es. Oportunist­as y populistas tolerantes de la corrupción y por ende corruptos. Los dos partidos tradiciona­les se achacan los genes de la corrupción, cuando ambos son los padres de la criatura en disputa. La corrupción se hereda. No hay arrepentid­os y menos encarcelad­os por la complacenc­ia e incompeten­cia de cada cuatro años. Tenemos un bipartidis­mo corrupto e incapaz, estamos recontra jodidos por azules y colorados, a cual peor, igual a los que ahora son “libre” que fueron gobierno y demostraro­n su corrupta afición e incapacida­d. Urgimos de los buenos hondureños, para revertir la esperanza frustrada y la fe secuestrad­a. Sin taras politiquer­as

“Una sociedad donde la muerte, el autoritari­smo y la impunidad están entronizad­os, jamás vivirá en paz”.

“El político debe ser sereno, diligente, preparado y honesto, cualidades que difícilmen­te encontramo­s en los politicast­ros de oficio y sin oficio alguno”.

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