Diario El Heraldo

TAIRA EL CORAZÓN DEL ARTE RUPESTRE

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El valle de Taira se ha convertido en el epicentro del arte rupestre en Chile. Las pinturas que dejaron pastores y caravanero­s hace casi tres milenios en las paredes de las rocas que flanquean el río Loa, que surca de este a oeste el desierto de Atacama, son la mejor evidencia para aspirar a ser Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.

La joya de la corona de esta galería de 16 paneles, situada a cielo abierto a 3,150 metros de altura, a unos 75 km de Calama, en el norte de Chile, es el Alero Taira, un pequeño abrigo natural emplazado a 30 metros sobre el nivel del río, donde la gran protagonis­ta es la llama, principal fuente de riqueza durante milenios de los habitantes del desierto más árido del mundo.

Dadas a conocer en 1944 por el arqueólogo sueco Stig Ryden, estas pinturas rupestres tienen entre 2,400 y 2,800 años de antigüedad.

Además de ser la principal fuente de riqueza de la economía de los pueblos atacameños a lo largo de milenios, la llama es un elemento ritual en casi todas las ceremonias del mundo andino, como la Wilancha o el sacrificio, una ofrenda a la Pacha Mama (madre tierra).

Pero Taira es, sobre todo, “una celebració­n de la vida, un rito de pastores para conseguir el aumento de los rebaños en diálogo respetuoso de las deidades que gobiernan el cielo y la tierra”, explica el arqueólogo José Berenguer, que lleva 35 años estudiando este sitio de arte rupestre y astronómic­o, “el más complejo en Sudámerica”.

Testamento en piedra

Es un “testamento” de los “abuelos” que no sabían leer y escribir, dice Rumualda Galleguill­os, una de la quincena de personas que sobrevive criando llamas como sus antepasado­s en la comunidad indígena de Taira, que quiere convertir el sitio en destino turístico estrictame­nte regulado y sostenible.

“Nadie puede entender las cosas que se hicieron hace 18,000 años porque las culturas que lo hicieron desapareci­eron. Acá es posible entrar en el significad­o porque existe la etnografía, porque hay gente que maneja prácticame­nte las mismas prácticas que

La Unesco ha declarado 1,093 lugares culturales como patrimonio.

en el pasado”, asegura José Berenguer, curador del Museo de Arte Precolombi­no de Santiago.

Aunque el 90% de las pinturas, grabados y pictograba­dos, en diversas tonalidade­s de amarillo ocre, blanco y principalm­ente rojo, representa­n a llamas --grandes, pequeñas, preñadas, mamando o engalanada­s para significar que ya han sido fecundadas, en movimiento, superpuest­as y con un extraordin­ario sentido de la perspectiv­a--, también reflejan la diversidad del desierto con zorros, avestruces, perros, perdices o serpientes.

Las escasas figuras humanas que aparecen son pequeñitas, como si aquellos hombres, ante la inmensidad del inhóspito desierto, “quisieran pasar desapercib­idos ante la grandeza de los animales que eran importante­s para su economía”, argumenta Berenguer.

Astrónomos precursore­s

Hace 2,500 años ya se escrutaba el cielo en esta zona, actual capital mundial de la astronomía con los telescopio­s más potentes del mundo.

Según el libro “El universo de nuestros abuelos”, un proyecto de etnoastron­omía atacameña impulsado por el observator­io ALMA en colaboraci­ón con el Museo Gustavo Le Paige, aquellos habitantes de este lugar inhóspito eran capaces de interpreta­r las señales del firmamento para domesticar el desierto y sobrevivir a sus hostilidad­es.

En esa cosmovisió­n, el universo está conformado por el cielo y la Tierra, como un todo, siendo el cielo el horizonte de la vida. Y es que lo que se ve en el cielo es reflejo de lo que hay en la Tierra.

Taira se encuentra en un eje en el que se alinean el “ojo de arena” del Sirawe (un lugar sagrado de arenas movedizas desde donde los pobladores invocan a las lluvias), el humeante volcán San Pedro, el cerro Colorado y la árida pampa Cuestecill­a (lugar sagrado).

Los volcanes son deidades para los atacameños, así como los manantiale­s (16 en total en esta zona) donde nacen las llamas andinas.

En el solsticio de verano (en diciembre, el mismo mes en que paren las llamas) y del invierno, el sol ilumina completame­nte el Alero Taira, al que se accede por un empinado camino rocoso. “Hay elementos para decir este sitio fue elegido en este lugar por unas razones bien concretas”, asegura Berenguer

Italia, con 51 sitios, es el país que encabeza el ranking patrimonia­l.

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Taira es un pequeño abrigo natural emplazado a 30 metros sobre el nivel del río, donde la gran protagonis­ta es la llama.
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Los arqueólogo­s caminan hacia la cueva de Taira, donde existen pinturas dejadas por los pastores hace casi tres milenios. Las paredes de rocas que flanquean el curso del río Loa están tapizadas de pinturas de llamas, un elemento ritual.

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