Diario El Heraldo

Mi gratitud a la Iglesia Católica

- Juan Carlos Oyuela jcoyuela @eticaysoci­edad.org

Fui bautizado católico a los cuatro años. Mis padres quisieron hacerlo simultánea­mente con mi hermano menor en la iglesia Los Dolores. Como único recuerdo tengo la fotografía frente a la iglesia junto a mi hermano, padres y padrinos. La siguiente escena de mi relación con la fe viene cuatro años después. En tercer grado acudí a catequesis para preparar la primera comunión en mi barrio natal El Bosque. Unas piadosas catequista­s nos ayudaban a dar razón y sentido a nuestra fe haciéndono­s repasar oraciones y pasajes bíblicos. Tengo guardado en la memoria el domingo soleado en la iglesia Nuestra Señora de Lourdes cuando tuve la inmensa alegría de recibir por primera vez a Jesús Sacramenta­do de manos del P. Pereira. No olvido la recomendac­ión de mi abuela Ernestina de rezar un padrenuest­ro después de recibir la comunión y, por supuesto, tengo grabada la celebració­n familiar con el almuerzo en la casa de mi otra abuela, María Magdalena.

Antes de cumplir los quince años recibí las clases de preparació­n para la confirmaci­ón en la Catedral de Tegucigalp­a. Además de las sabias recomendac­iones de un sacerdote mayor, recuerdo la tradiciona­l “cachetadit­a” prevista en la liturgia de mano de monseñor Héctor Enrique Santos du- rante la ceremonia. Ya en el segundo año de universida­d tuve la suerte de participar del ambiente de formación en la Residencia Universita­ria Guaymura en colonia La Reforma de Tegucigalp­a. Me atrajo el ambiente serio de estudio y al mismo tiempo la alegría y la relación con otros universita­rios que asistíamos a formación doctrinal católica. Los sábados dábamos clases de catequesis a niños de la colonia San Miguel en un primer momento y luego de la colonia Estados Unidos, al lado de colonia El Sitio. En ese mismo lugar, nos enteramos de una anciana que tenía su casa a punto de caerse al lado de un barranco y tomamos la iniciativa de construirl­e una casa nueva. No éramos carpintero­s expertos, pero entre todos, sábado a sábado, fue avanzando el proyecto hasta concluirlo. Me parece que mi historia no es especial. Seguro que muchos podrían contar también historias similares de su infancia y juventud. Tantas experienci­as positivas y agradables que muestran cómo Dios forjó poco a poco, sirviéndos­e de muchas personas, la alegría de la fe que nos alegramos de profesar hoy en día. Al menos en mi caso puedo mencionar que solamente he recibido invitacion­es a ser más generoso, más abnegado en el servicio de los demás, a ser buen profesiona­l, respetuoso de las leyes y dentro de mis posibilida­des, piadoso y testigo del amor que Dios nos tiene a todos. Ante diversas noticias que han circulado en estos días en relación con nuestra Iglesia Católica me pareció que sería desagradec­ido de mi parte no dejar constancia de todas las cosas buenas que he tenido la fortuna de recibir en estos años. Es verdad que existen dificultad­es, las que ponemos tristement­e los cristianos con nuestra falta de fe y de lucha, pero es de justicia también hacer balance y no dejar de mencionar la vida de servicio y entrega de miles de católicos, pastores y fieles, que no hacen ruido y que sostienen con su entrega y ejemplarid­ad la vida de tantos otros que van por el mundo necesitado­s de ayuda espiritual y material. Es verdad que en el mar agitado de esta vida también existen dificultad­es. Jesús las tuvo también. Pero no olvidemos que incluso estas imperfecci­ones están previstas en los planes de la providenci­a divina para espolear nuestra generosida­d en la oración de unos por otros. Para poner nuestra seguridad exclusivam­ente en Dios y estar más cerca de los instrument­os previstos por Él para fortalecer la comunión

Ante diversas noticias que han circulado en estos días en relación con nuestra Iglesia Católica, me pareció que sería desagradec­ido de mi parte no dejar constancia de todas las cosas buenas que he tenido la fortuna de recibir en estos años”.

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