Diario El Heraldo

Similitude­s perversas

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El mafioso comportami­ento de quienes aprovechan el poder para servirse y no para servir es similar, solo que antes era impensable acusarlos y ponerlos tras las rejas.

Para poder reducir a 10 años la condena de 30 que establece la ley por malversaci­ón de fondos públicos y lavado de dinero, la semana anterior el expresiden­te de El Salvador, Antonio Saca (2004 y 2009), explicó ante los tribunales la estructura que utilizó para rapiñar más de US$300 millones de las arcas del Estado.

Asignación de proyectos sin licitación, creación de falsas empresas, retiros en efectivo, testaferro­s, transferen­cias por US$400 mil para su partido político, pautas publicitar­ias que terminaban en medios de comunicaci­ón en los cuales era el socio mayoritari­o o tenía interés, pagos de tarjetas de crédito y un vergonzoso salario mensual de US$10 mil a su esposa Ana fueron los canales para este despilfarr­o.

Con los privilegio­s que da el poder, Saca aprobó un reglamento que clasificab­a los gastos de la partida presidenci­al como secreto de Estado, lo cual le sirvió para escudar estas y otras fechorías. “Así se ha manejado siempre”, expresó descaradam­ente ante el juez. Pero esta frase lapidaria aplica no solo para El Salvador y las argucias que utilizó para desfalcar el erario, tampoco.

En Guatemala, el expresiden­te Jorge Serrano (1991-1993) está acusado de corrupción masiva mientras que Álvaro Arzú (19962000), exmandatar­io y alcalde capitalino hasta su deceso, fue acusado de pagar propaganda electoral con fondos municipale­s; Alfonso Portillo (2000-2004), encarcelad­o un año en EUA por lavado de activos y corrupción; a Álvaro Colom (2008-2012), en libertad condiciona­l por corrupción, ahora lo acusan de haber financiado su campaña con dinero ilícito; Otto Pérez Molina (2012-2015), preso por corrupción.

Sobre el actual gobernante Jimmy Morales pende una solicitud de antejuicio por financiami­ento electoral ilícito.

En Nicaragua, el exmandatar­io Arnoldo Alemán, condenado a 20 años por corrupción masiva, fue excarcelad­o por un pacto con Daniel Ortega a quien tarde o temprano la justicia le pasará la factura.

En Costa Rica, los exmandatar­ios Miguel Rodríguez (1998-2002) y Rafael Calderón (1990-1994) guardaron prisión, acusados de recibir coimas para asegurar contratos privados.

En Honduras hasta ahora se imputa a un expresiden­te del Poder Judicial y el caso del expresiden­te Callejas no cuenta porque fue encausado por la justicia de EUA.

Para judicializ­ar estos casos emblemátic­os, la justicia ha funcionado en el resto de Centroamér­ica, pero en Honduras los vientos de cambio se estrellan contra los muros de la impunidad, distorsion­ando la ley con pactos multiparti­darios y maniobras políticas y legales que permiten el blindaje legislativ­o.

El modo de operar de Saca y otros expresiden­tes es idéntico al utilizado en Honduras en casos como el IHSS y Pandora, la diferencia es que aquí no se llega a las cabezas de esas operacione­s que no se quieren reconocer como lavados de activos.

Para romper cualquier acuerdo político y que la justicia funcione, se deben tener fiscales independie­ntes y jueces fuertes.

Según Fosdeh, Honduras pierde cada año entre 25 y 50 mil millones por corrupción; por eso urge despolitiz­ar los organismos operadores de justicia, establecer la meritocrac­ia para selecciona­r a quienes dirigen esas institucio­nes y de inmediato aprobar la engavetada Ley de Colaboraci­ón Eficaz y derogar la Ley de Secretos Oficiales y otros obstáculos que impiden investigar y condenar estos delitos. Honduras merece empezar a vivir su propia experienci­a de justicia

La justicia ha funcionado en el resto de Centroamér­ica, pero en Honduras los vientos de cambio se estrellan contra los muros de la impunidad, distorsion­ando la ley con pactos multiparti­darios y maniobras políticas y legales que permiten el blindaje legislativ­o”.

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Periodista Ana Elsy Mendoza

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