La antropología en el mall
No será tan simple como decir: si no quiere pagar estacionamiento, no vaya al mall. Los centros comerciales son las antiguas plazas públicas, con sus relaciones humanas, intercambio económico, hervidero urbano. Por supuesto, también son el arquetipo del capitalismo y su vicio incorregible: el consumo.
Aunque los malls son privados, o mejor por eso, el Estado no puede descuidar ni desregular estas expresiones de la sociología y la antropología. En el Congreso Nacional ya tienen un nuevo proyecto para controlar el gran negocio adicional de cobrar por el estacionamiento, que multiplica las quejas en las redes sociales, y que el diputado Jari Dixon introdujo esperanzado.
Preocuparse por el cobro del estacionamiento parecería intrascendente para un pensamiento simple, pero si lo sumamos a las pequeñas indignidades que sufrimos a diario, descubrimos la pérdida gradual de los derechos de los ciudadanos, que prácticamente viven manos arriba ante la arremetida feroz de un sistema que cobra hasta por respirar.
Quienes pretenden poner un pequeño salón de belleza, un mercadito, una clínica, una venta de comida, tropiezan con los requisitos que exigen plazas de estacionamientos para sus clientes; pero estas grandes superficies comerciales y hasta hospitales privados han encontrado indemnes una mina alucinante en los parqueos en complicidad con las autoridades, que confunden ¿adrede? la inversión privada con el derecho del público.
Por eso razona el congresista Dixon, que él no va a los centros comerciales ni a los hospitales solo a estacionarse, busca un servicio, por el que paga dinerales, como todos nosotros, y que
En el Congreso Nacional ya tienen un nuevo proyecto para controlar el gran negocio adicional de cobrar por el estacionamiento”.
El mall es el punto de reencuentro, la convivencia social, el paseo familiar entre tiendas, cines, cafés y áreas de comidas”.
inversionistas tienen que considerar entre sus costos de operación la comodidad y seguridad de sus clientes, porque encima, no se responsabilizan por golpes o saqueos a los vehículos.
Estamos claros que los centros comerciales son un negocio y obtienen ganancias, pero deben ser racionales y justas, no bajo el expolio y el aprovechamiento desmedido de los clientes; sobre todo en nuestras ciudades, que carecen de sitios de esparcimiento aceptables: lagos, zoológicos, museos, parques; el mall es el punto de reencuentro, la convivencia social, el paseo familiar entre tiendas, cines, cafés, áreas de comidas.
No, no fue en Estados Unidos que se inventaron el mall, ni siquiera la palabra, que deriva de un juego italiano (Pallamaglio) parecido al croquet, que en el siglo XVI los ingleses llamaron Pall Mall, luego el parque de práctica se convirtió en plaza comercial y arrastró el nombre “the mall”. Muchísimo antes, en el año 107, en la Roma imperial construyeron el mercado Trajano: seis niveles, 150 tiendas, vendían aceite, mariscos, vinos, pescados, frutas, verduras, ropa, calzado, utensilios. Considerado en primer centro comercial cubierto del mundo.
Bueno, el Gran Bazar de Teherán tiene mil años y diez kilómetros de largo; el de Estambul es del siglo XV, ocupa 58 calles con sus cuatro mil tiendas, que junto al de Damasco, dejaron boquiabiertos a los viajeros occidentales. Y como muestra social, pocos como el Palais Royal (Palacio Real) de París, construido por el poderoso cardenal y polítilos co Richelieu, que después de alojar a la realeza, fue un centro comercial antes de la revolución, y transformó la moda y la vida de Francia, y del mundo entero.
Entonces es innegable el valor sociológico, cultural y económico del mall (la palabra no está aún en el diccionario de la RAE). Tal vez la propuesta del diputado Dixon no choque con los intereses siempre inquietantes de la junta directiva del Legislativo, y que sea el comienzo para ir recuperando algunos derechos, así como los perdimos, poco a poco