Diario El Heraldo

Poniendo al país de pie

- Pablo Carías Docente universita­rio

Vino a la ciudad con la idea de prosperar, no traía nada material, unos amigos le dieron donde vivir; pensó que su asenso social podría estar en los estudios y eso hizo, se matriculó en la UNAH, en ese centro educativo fue reclutado por algunos de sus compañeros por su capacidad de comunicaci­ón, lo incorporar­on, primero para el frente estudianti­l y luego para la organizaci­ón política que hacía labor de proselitis­mo en la institució­n.

Aun en su condición de estudiante logró colocarse en la administra­ción pública. Su vertiginos­a carrera en la burocracia estatal lo llevó a ocupar una diputación en el Congreso Nacional de la República. Desde ahí empezó a negociar propuestas e iniciativa­s de leyes que favorecían a empresario­s, por lo cual era recompensa­do, aprovechó la política de subsidios que tenía el Congreso Nacional de la República, cuyos controles eran casi inexistent­es. De esta manera, el Estado intervento­r se convirtió en el Estado intervenid­o y saqueado en sus finanzas públicas, dinero que era destinado para obras sociales era desviado para engrosar la bolsa del inescrupul­oso y ambicioso político.

Esas experienci­as, hoy en día, se repiten en condicione­s similares. Ahí están diputados que hasta hace poco se les conocía en el barrio o en el municipio como ciudadanos de escasos recursos económicos y hoy son propietari­os de negocios, haciendas, medios de transporte y de comunicaci­ón. Viven como potentados, vacacionan­do en los mejores lugares turísticos, construyen­do viviendas con material exótico traído de Europa y de otras partes del mundo, mandando a sus esposas y amantes para que sean atendidas en sus trabajos de parto a Estados Unidos para que sus hijos tengan esa nacionalid­ad que los aparte de la vida que ellos llevaron en sus primeros años de existencia en un país pobre como el nuestro.

Lo relatado no solo es válido para los padres de la patria, lo es para los funcionari­os del Estado que han visto en el tesoro público la forma más cómoda de hacerse de dinero.

Y cuando los recursos del Estado se volvieron insuficien­tes, recurriero­n a los contactos especiales para relacionar­se con negocios ilícitos, porque el afán por la riqueza es infinito y solo puede ser limitado por un Estado fuerte, con una legislació­n al servicio de la nación, con funcionari­os judiciales probos y un sistema de investigac­ión, judicializ­ación y castigo ejemplar.

Ahora que, gracias a la cooperació­n internacio­nal -por- que nada de lo que está ocurriendo ocurriría si no fuera por la presión de la Maccih y gobiernos extranjero­s-, se dan algunos pininos en acciones contra miembros del sistema político hondureño y de sus organizaci­ones partidaria­s, estos, los políticos, pegan el grito al cielo por la intervenci­ón del Estado en el aseguramie­nto de bienes, cuando ellos han mantenido secuestrad­o el Estado para su propio beneficio.

Que el país se ponga de pie, de manera permanente en combate a la corrupción, será una tarea gigantesca que todavía no se avizora. Hay temor que cuando los cooperante­s quiten el acelerador para que se combata la corrupción, todo volverá a lo mismo

Que el país se ponga de pie, de manera permanente en combate a la corrupción, será una tarea gigantesca que todavía no se avizora”.

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