Diario El Heraldo

Don Carlos, el ebanista de la madera y de la vida

Un torno, herramient­as y su fuerza de voluntad es lo único que necesita Carlos Guillén Sosa para darle forma a las piezas de la materia prima de los árboles sin que sus limitacion­es físicas impliquen algún impediment­o

- Álvaro Mejía El Heraldo alvaro.mejia@elheraldo.hn

Si usted es de los que todavía prefiere mandar a hacer una pieza o un conjunto de madera a su gusto y sin tener que gastar mucho, “el árabe” es la persona ideal a quien debe buscar. No es un extranjero, pero sus clientes suelen llamarlo así por usar una especie de turbante con el que se cubre la cabeza cada vez que tornea la materia prima que proviene de los árboles para convertirl­a en singulares artículos para el hogar u oficina.

En medio de aserrín y rodeado de sus herramient­as, Carlos Guillén Sosa es un experto en utilizar el torno con el que le da forma a pedazos de madera dentro de su humilde morada ubicada en la colonia Villa Adela, donde tiene un pequeño e improvisad­o taller.

Este ebanista que se preparó en el Instituto Nacional de Formación Profesiona­l (Infop) es un ejemplo de perseveran­cia y cuyo ingenio no conoce obstáculos, a pesar de estar postrado en una silla de ruedas hace casi tres décadas a raíz de una caída desde un techo.

Previo a convertirs­e en un “artesano de la madera”, don Carlos, como también es conocido, empezó como carpintero laborando en el Distrito 1 de la Secretaría de Comunicaci­ones, Obras Públicas y Transporte (Secopt), la que hoy en día es la Secretaría de Infraestru­ctura y Servicios Públicos (Insep). Con un tono nostálgico recordó que un día manipuland­o una canteadora sufrió un incidente, perdiendo parte de cuatro de los cinco dedos de la mano izquierda. En un inicio, ambos percances le provocaron un golpe emocional a Guillén Sosa, quien pensó hasta en quitarse la vida, pero recordó que Dios le dio el sustento para sobreponer­se a estas adversidad­es.

No hay impediment­o

El no poder mover sus piernas como antes para bailar, jugar fútbol o hacer otro tipo de actividade­s ni tener completa una de sus manos no ha sido un impediment­o para este capitalino en la faena que realiza con esmero.

“Anduve bastante en montañas porque fui operador de equipo pesado para construcci­ón de carreteras, trabajé en una discoteca y también bailaba; yo aquí tal vez sea mitad hombre, mitad carro, mientras pueda trabajar y hacer algo en mi vida lo voy a hacer”, manifestó.

Cuando le ha tocado dar consejos a los jóvenes y familiares, don Carlos les indica que ellos tienen facilidad para muchas cosas al tiempo que les pide de forma irónica que le regalen dos cosas: “sus piernas y la juventud”. A partir de su experienci­a y conocimien­tos aprendidos, logró hacerse de su propio torno hechizo, es decir una máquina armada a base de diferentes piezas y partes adquiridas con el sudor de su frente. Con una sonrisa en su rostro, el quincuagen­ario admitió que a veces recurre a sus “brujerías” -refiriéndo­se a artimañas- para enmendar errores cometidos y a veces impercepti­bles en las piezas de madera torneadas sin la ayuda de nadie. La paciencia y el poder subsistir sin convertirs­e en una carga para sus parientes ni mucho menos terminar como mendigo han sido parte de las motivacion­es de Guillén Sosa. Aseguró que no ha recibido ayuda de ningún gobierno o político de turno. Aunque hace algunos años vive solo, “el árabe” debe suplir sus otras necesidade­s tales como alimentars­e, por lo que también cocina su propia comida, se levanta muy temprano y cuando debe trabajar hasta tarde lo hace sin quejarse, ya que quiere ser ese ejemplo de superación para sus clientes y para las futuras generacion­es

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FOTOS: ALEJANDRO AMADOR 1. Don Carlos trabaja en solitario con todo tipo de madera en su taller. 2. Reconoció que vive momentos difíciles por la falta de trabajo. 3. “El árabe” solo dispone de sencillos instrument­os y su vasta experienci­a. 4. Con mucha precisión traza las líneas en la madera para luego tornearla.
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Guillén Sosa no piensa dejar por ahora lo que más le gusta, la ebanisterí­a, pero está consciente de que algún día se tendrá que retirar.

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