Diario El Heraldo

FM: “No podía yo retroceder en estas circunstan­cias”

- GUALCHO, NUEVA GRANADA

La batalla de Gualcho se produjo el 6 de julio de 1828 y era la cuarta vez que Morazán participab­a en una confrontac­ión después de Comayagua, La Maradiaga y La Trinidad, todas estas desarrolla­das en Honduras.

El caudillo instaló sus tropas en el pueblo de Lolotique, mientras que Vicente Domínguez, “que tenía a sus órdenes una numerosa tropa veterana”, se ubicó en Chinameca, a una legua de distancia, según cuenta Morazán en sus memorias. “Once días se pasaron sin ocurrir nada notable entre las dos fuerzas. Al duodécimo recibí una comunicaci­ón del teniente coronel Ramírez, jefe de la tropa auxiliar, tanto tiempo esperada. Me aseguraban que al siguiente día pasarían con alguna dificultad el Lempa, por falta de barcas”.

Agrega: “La facilidad con que el enemigo podía descubrir la aproximaci­ón de aquel jefe y destruir su pequeña fuerza me decidió a protegerle. A las 12:00 de la noche emprendí mi marcha con este objeto, pero la lluvia no me permitió doblar la jornada, y me vi obligado a aguardar, en la hacienda de Gualcho, que mejorase el tiempo”. “Entre tanto, Domínguez”, dice,

“que había sabido mi movimiento y marchaba por mi izquierda, detenida, también por la lluvia, fue igualmente obligada a situarse a una legua distante de aquella hacienda sin que se hubiera podido descubrir su movimiento hasta entonces”.

Una vez instalado en la hacienda “a las tres de la mañana, que el agua cesó, hice colocar dos compañías de cazadores en la altura que domina la hacienda, hacia la izquierda, en razón de ser el único lugar por donde debía presentars­e el enemigo”. A las cinco supe la posición que este ocupaba, y pocos minutos después, el jefe de una partida de observació­n aseguró que se hallaba a tiro de cañón de las dos compañías de cazadores”.

Dice Morazán: “No podía yo retroceder en estas circunstan­cias, porque una retirada con tropas que no son veteranas, tiene peores consecuenc­ias que una derrota, sin la gloria de haber peleado con honor.

“No era ya posible continuar mi marcha, sin grave peligro, por una inmensa llanura y a presencia misma de los contrarios”. “Menos podía defenderme en la hacienda, colocada bajo una altura de más de 200 pies”. Bajo estas condicione­s, dice, “fue, pues necesario aceptar la batalla con todas las ventajas que había alcanzado el enemigo, para detener su movimiento, porque, conociendo lo crítico de mi posición, marchaba sobre estos a paso de ataque”. “Entre tanto subía la fuerza por una senda pendiente y estrecha, se rompió el fuego a medio tiro de fusil, que luego se hizo general. Pero 175 soldados bizoños hicieron impotentes por un cuarto de hora los repetidos ataques de todo el grueso del enemigo. Este, obligado por instinto a tributar el respeto que se debe al valor, no se atrevió a hollar la línea de cadáveres a que quedó reducido el pequeño campo que ocupaban los cazadores, para detener la marcha de la división que volaba en su auxilio”, agrega.

Según Morazán, “cuando la acción se hizo general por ambas partes, fue obligada a retroceder nuestra ala derecha y ocupada la artillería ligera que la apoyaba”. En eso, entró la reserva y el enemigo salió “en su fuga... dispersánd­ose después en la llanura”

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FOTO: EL HERALDO Este sitio fue parte de la batalla histórica de Gualcho.

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