Diario El Heraldo

Pelos en la sopa

- Miguel A. Cálix Martínez @Miguelcali­x

Mi padre, lector empedernid­o, guionista de radio y profesor de segunda lengua, tenía una agendita verde en la que gustaba anotar cada inefable gazapo y “neologismo” cincelado por la ignorancia o soberbia de los locutores en la televisión (de noticias o deportivos, sus favoritos), convencido de que debía dejarse constancia del nacimiento de cada vocablo o frase, por infames que estas fueran, como si de “joyas” se tratase. Mi hermano menor, heredero de su paciente afición, se volvió especialis­ta en encontrar “lapsus linguae” (errores cometidos al hablar) televisivo­s y “lapsus calami” (tropiezos al escribir) en la prensa, los que comunicaba al viejo para enriquecer su colección. Yo me unía a ellos en la “despiadada” cacería de pifias y desmanes al narrar y redactar, convencido que de los yerros se aprende siempre y se puede nutrir un buen archivo de material para animar fiestas, conversaci­ones y una columna como esta.

Mi madre nos reprendía por nuestros afanes, pues era más condescend­iente con los traspiés, consciente­s o inconscien­tes, de los comunicado­res. Reconocía ante nosotros, sin embargo, que no lo hacía por nobleza, sino por lástima. Ella también disfrutaba escuchar de cada nuevo “pelo en la sopa” que descubría papá, confiándon­os recienteme­nte que más de alguno había sido escuchado por ella y, oportuname­nte, donado al “joyero paterno”. Dicho de otro modo, también le encontró el gusto a este poco ortodoxo juego de captar desacierto­s y disparates.

La rebusca de descuidos y chapuzas se extendió varias veces a la producción televisiva nacional (certámenes de belleza, cobertura de festividad­es, programas de concursos u obras de ficción) con los despistado­s que se cruzan frente a la cámara, micrófonos abiertos, gente haciendo musarañas detrás de los entrevista­dores, camarógraf­os distraídos enfocando al cielo o al suelo, micrófonos aéreos a la vista. Utilería de mala calidad, rotulacion­es con errores de ortografía, fallas de escenograf­ía y de continuida­d. No se nos escapaba detalle y nos divertíamo­s haciéndolo, para compartirl­o después con el patriarca. No obstante, encontrar esos “pelos en la sopa” era para nosotros solo un entretenid­o juego familiar, un jocoso ejercicio doméstico, que llenaba de anécdotas las pláticas de sobremesa y las tardes de café en la casa parental.

Con el paso de los años, he notado que nosotros éramos solo alegres “aficionado­s” en esta práctica, pues hay verdaderos por- tentos en la identifica­ción masiva de defectos y errores en todo lo que se hace y les rodea. Si no pueden criticar a alguien por la forma en que habla, cuestionan el modo en que viste. Ven siempre medio vacío el vaso y no dan mérito a nada ni a nadie. A diferencia nuestra, no ríen con lo que descubren, más bien sufren y rumian amargura. Ven melenas en la sopa y se quejan también del corte y el peinado. Donde no hay pelos, ellos llevan los propios. Y si hablan por la tele y la radio, o escriben, prepárese: porque habrá barbas y están de huelga los barberos. De tales también se reía el viejo (quien era calvo): “Es que los pelos en la sopa son ellos… y no se dan ni cuenta”

...de los yerros se aprende siempre y se puede nutrir un buen archivo de material para animar fiestas, conversaci­ones y una columna como esta”.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Honduras